La evidencia disponible ha llevado también a la organización de salud de la ONU a recomendar como medida prioritaria para evitar la transmisión del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 la higiene de manos. En sus recomendaciones de 1 de abril la OMS aconseja a los Estados hacer obligatoria y accesible la higiene de manos al entrar y salir de cualquier edificio comercial público o privado e instalaciones de transporte público. Más adelante detallaremos estas recomendaciones.
El reparto de millones de mascarillas por parte de las autoridades españolas a la población general, en lugares como el transporte público y los accesos a polígonos industriales, iniciado con la vuelta al trabajo el 13 de abril, es un esfuerzo que contrasta con la ausencia de inversión y normativa para cumplir la recomendación del organismo de Naciones Unidas de asegurar la higiene de manos en el transporte y el comercio.
Por las mismas fechas, las autoridades del Japón, ante la escasez de mascarillas en las tiendas, comenzaron el envío de dos mascarillas reutilizables a 58 millones de hogares. Su déficit de calidad, e incluso dudosa utilidad por no cubrir completamente desde la nariz al mentón, han provocado críticas entre expertos y ciudadanos nipones que cuestionan la oportunidad de destinar a este fin los 400 millones de euros comprometidos por el gobierno.
Las mascarillas han sido el icono de la pandemia de COVID-19 en los medios de difusión, desde su inicio en Wuhan. Su uso en público ya era relativamente frecuente en países orientales antes de la aparición del SARS-CoV-2. Las autoridades de China decretaron el uso obligatorio de mascarillas para toda la población en lugares públicos; en Corea del Sur, las autoridades recomendaron usarlas incluso dentro del hogar.
Un artículo en Lancet Respiratory Medicine publicado el 20 de marzo señalaba las diferencias en las recomendaciones de las autoridades sanitarias de distintos países sobre quién, cómo y cuándo deben usarse las mascarillas.
Las autoridades de los países occidentales adoptaron inicialmente la postura de la OMS, hasta que el 3 de abril los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) estadounidenses aconsejaron el uso de mascarillas de tela o improvisadas con ropa a toda la población, cuando otras medidas de distanciamiento físico son difíciles de mantener. Por ejemplo en los supermercados y las farmacias. El propósito explícito de la recomendación es ayudar a evitar que los pacientes asintomáticos contagien a personas sanas. No se recomienda llevar las máscaras faciales de fabricación casera para no contagiarse sino para no contagiar.
Los CDC han sido pragmáticos a la hora de hacer recomendaciones para la reutilización, desinfección y uso de mascarillas médicas y no médicas. Los CDC y la FDA, la agencia reguladora de los medicamentos y productos sanitarios, han intentado que sus recomendaciones sean aplicables en el mundo real. Para ello han seleccionando, en base a los conocimientos disponibles, las prácticas que pueden proporcionar mejores resultados cuando en una situación de emergencia, como la provocada por esta pandemia, los estándares de calidad habituales no pueden asegurarse.
Las autoridades santiarias estadounidenses han hecho también un importante esfuerzo, a través de sus guías, infografías, tutoriales y apariciones en los medios, para formar a la población en el correcto uso de las mascarillas.
Recomendar el uso de mascarillas no médicas a la población general puede aliviar la presión de la demanda sobre las quirúrgicas y filtrantes, algo vital para mejorar su acceso a los trabajadores sanitarios que las precisan. Aunque la OMS mantiene sus recomendaciones, cuando se publicaron las mencionadas de los CDC el 3 de abril, el director del programa de emergencias de la OMS declaró que el organismo respaldará a los gobiernos que recomienden otras alternativas a las mascarillas médicas entre la población: “Hay circunstancias en las que el uso de las mascarillas, tanto caseras como hechas con ropa, podría ayudar como una medida más para responder a la enfermedad”.
El Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) publicó el 8 de abril un informe técnico sobre el uso de mascarillas en la comunidad, para reducir la posible transmisión desde personas presintomáticas o asintomáticas con COVID-19.
En él señalan los siguientes aspectos a tener en cuenta:
En cuanto a la evidencia, se desconoce cuánto puede contribuir el uso indiscriminado de mascarillas médicas a la reducción de la transmisión de la COVID-19, y respecto a las mascarillas no médicas se desconoce su eficacia para prevenir la transmisión del virus desde personas no enfermas o asintomáticas a otras personas. Es importante señalar que toda la evidencia relevante proviene de estudios sobre influenza y otros coronavirus, por lo que puede no ser extrapolable al COVID-19.
Atendiendo a la situación del suministro, dadas las limitaciones actuales para el abastecimiento a nivel mundial, tanto de éste como de otros materiales de protección personal y de prevención de la trasmisión de la infección, no parece prioritario recomendar el suministro masivo de mascarillas a la población. Menos aún sin tener cubierto el suministro a profesionales sanitarios, pacientes, familiares y personas cuidadoras, y a otros colectivos que trabajan en la prestación de servicios esenciales con un nivel de exposición al COVID-19 mayor que el de la población general.
Respecto a los posibles efectos negativos del uso indiscriminado de mascarillas médicas destacan los siguientes:
- Para evitar contagiar a otros las aconseja a los enfermos de COVID-19 (con síntomas o sin ellos si tienen diagnóstico por prueba positiva) y a sus contactos
- Para evitar ser contagiados las aconseja a los cuidadores de enfermos de COVID-19 y a la población vulnerable.
El texto del ministerio de sanidad español fija 5 niveles de implementación progresiva de la obligación o recomendación del uso de mascarillas, en función de la disponibilidad que haya.
Aunque la normativa sobre este asunto precisa una adecuación a la realidad cambiante y a las peculiaridades de cada país, vemos que persiste la variabilidad de medidas y recomendaciones sobre el uso de mascarillas que señalaba el citado artículo de Lancet Respiratory Medicine.
La evidencia sobre el uso de mascarillas por la población general para prevenir la transmisión de la COVID-19, tal y como resume este artículo de Prescrire de 29 de abril, sigue siendo de un nivel débil. Algunos datos muestran que el uso de mascarillas quirúrgicas podría reducir la transmisión de coronavirus, sobre todo en situaciones de proximidad o contacto con personas infectadas o que podrían estarlo. Según una evaluación de bajo nivel de evidencia, las mascarillas de tela parecen tener poco o ningún efecto en la reducción de la transmisión de infecciones por coronavirus en la población general.
Algunos autores, como Trisha Greenhalgh y colegas en este artículo de análisis en BMJ, defienden el uso de mascarillas por toda la poblacion, incluso en ausencia de evidencia de calidad y dada la situación actual.
En lo que hay una amplia coincidencia es en que su uso debe ser complementario, no sustitutivo de otras medidas como la higiene de manos, la distancia física y el adecuado comportamiento al toser o estornudar. No deben usarse las mascarillas para justificar la vuelta al trabajo en condiciones inseguras o las aglomeraciones en el transporte público. Tampoco deben considerase las mascarillas ni los guantes como amuletos que protegen de todo mal, sino como unas herramientas más que ayudan a evitar contagios si se usan adecuadamente.
El documento señala que experiencias previas de emergencias sanitarias a nivel internacional, como la pandemia del Ébola, han demostrado que cuando la higiene de manos se proporciona de forma gratuita y es obligatoria por las autoridades de Salud Pública, mejoran la aceptabilidad y el cumplimiento.
Hay una sólida evidencia de la utilidad de la higiene de manos, tanto con jabón como con productos de base alcohólica, ambos fáciles de fabricar y baratos, en la prevención de infecciones, incluidas las causadas por virus respiratorios como el SARS-CoV-2. La población tiene experiencia en el lavado de manos, que se puede mejorar reforzando las campañas de educación ya existentes. Invertir esfuerzos en esta técnica básica de prevención, tanto de la COVID-19 como de otras muchas enfermedades, tal y como recomienda la OMS, parece una medida prudente. Se trata de utilizar los recursos, siempre limitados y ahora más que nunca, de la forma más eficiente posible.
Ver en este blog:
Recomendaciones sobre la higiene de las manos para Atención Primaria de Salud. Actualización en el contexto de la declaración por parte de la OMS de una emergencia de salud pública internacional por el brote epidémico mundial causado por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2
Mascarillas: no todo vale
Publicado por Rosa Añel Rodríguez y Jesús Palacio Lapuente