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Uno de los principales problemas que se plantean es la escasez de equipos de protección individual (EPI) y la utilización de simples dispositivos de prevención, sobre todo en lo referente a mascarillas y protectores faciales.
Así mismo la población, asustada ante la disonancia cognitiva que supone dar mensajes de tranquilidad por supuestos expertos en contraste con fondos de imagen de laboratorios de bioseguridad en los que los equipos de protección son de alta seguridad, se ha lanzado a la compra masiva de mascarillas quirúrgicas, aumentando un desabastecimiento en el mercado que está repercutiendo en la disponibilidad para el personal sanitario y dando lugar a situaciones que recuerdan los tiempos del estraperlo y de las películas de posguerra.
Tras las epidemias de 2004 por SARS-CoV-1 y de 2009 por gripe A H1N1 se realizaron algunos estudios sobre el uso prolongado y la reutilización de la mascarilla de media-alta protección. En 2014, Fisher y Shaffer publicaron una revisión de estos estudios y extrajeron algunas conclusiones de utilidad en este momento. Entre ellas, que el uso prolongado de la mascarilla más allá de 12 horas no perjudica la salud del profesional1.
Por otra parte, en el afán de contribuir individualmente a frenar la epidemia, se ha generalizado un movimiento social de gran calado y difusión, orientado a tejer mascarillas de tela dirigidas a familiares de pacientes y contactos, población, profesionales de centros sociosanitarios e incluso profesionales de hospitales y atención primaria.
El uso de este tipo de mascarillas, tal como señala la OMS, no está recomendado en ningún ámbito: no son útiles, producen falsa sensación de seguridad, se contaminan con gran facilidad y pueden hacer más daño que beneficio e incluso inducir conductas negligentes2.
Cualquier tipo de mascarilla o de equipo de protección respiratoria requiere unos controles que garanticen su eficacia y efectividad, así como unos estándares de fabricación.
La eficacia de la mascarilla depende de factores como el tipo de material utilizado, la efectividad del correcto ajuste a la cara del profesional, el tiempo de utilización y su pertinencia.
Por eso es importante que, en caso de que vayan a ser necesarias, los expertos en bioseguridad especifiquen normas de confección cuando escasean las mascarillas quirúrgicas estandarizadas: materiales, porosidad, gramaje...
Otro factor no menos importante es la formación en el uso correcto. No sólo para que la mascarilla se coloque de forma adecuada, sino para evitar la manipulación durante su uso y conocer la forma correcta de retirada: tirando de las sujeciones, nunca del cuerpo, y desechándola en el contenedor adecuado inmediatamente3.
Dejar a la imaginación el ingenio y la solidaridad de personas bienintencionadas la fabricación de mascarillas de diversos y variopintos materiales y formas, además de no proporcionar la seguridad debida, pueden ser peligrosas e incrementar el riesgo de contagio.
En estos tiempos de escasez de los EPI, se deben dictar instrucciones claras para que las mascarillas quirúrgicas homologadas se utilicen por los profesionales sanitarios que las precisan y ocuparse de que estén disponibles con criterios de oportunidad.
Publicado por Juan José Jurado
1. Advice on the use of masks in the community, during home care, and in health care settings in the context of COVID-19. WHO. 19 March 2020.
2. Fisher EM, Shaffer RE. Considerations for recommending extended use and limited reuse of filtering facepiece respirators in health care settings. J Occup Environ Hyg. 2014;11(8):D115-28. doi: 10.1080/15459624.2014.902954.
3. Recomendaciones sobre la higiene de las manos para Atención Primaria de Salud. Actualización en el contexto de la declaración por parte de la OMS de una emergencia de salud pública internacional por el brote epidémico mundial causado por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, Palacio J, Martín M D, Aibar , Mareca R y Grupo de Seguridad del Paciente de semFYC, Sano y salvo (blog). 12 de febrero de 2020.
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