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La identificación, medición y reducción de la atención sanitaria de bajo valor: una prioridad para los sistemas de salud europeos


El grupo de expertos sobre la Evaluación del Desempeño de los Sistemas de Salud (HSPA por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea ha publicado un informe clave que aborda uno de los retos más urgentes para la sostenibilidad de los sistemas sanitarios: la atención sanitaria de bajo valor, internacionalmente conocida como "low-value care".  

Este concepto abarca intervenciones que no aportan beneficios clínicos relevantes, pueden causar daño, implican un uso ineficiente de recursos y generan costes innecesarios. El informe compete tanto al ámbito hospitalario como a la atención primaria. 

Con el título Identificar, medir y reducir la atención de bajo valor en el contexto de la evaluación del rendimiento del sistema sanitario, el documento del Grupo de Expertos de la HSPA propone una definición integral de atención de bajo valor que no se limita al uso excesivo o inapropiado, sino que incorpora también el infradiagnóstico y la infrautilización de servicios necesarios. Además de las consecuencias para los pacientes, reconoce el impacto negativo sobre los profesionales sanitarios, el sistema de salud en su conjunto y el medio ambiente: “desde una perspectiva de sistema, la atención de bajo valor incluye el uso excesivo, inapropiado e insuficiente de servicios sanitarios, que puede tener consecuencias físicas, psicológicas y financieras para pacientes, cuidadores, profesionales y para el entorno.” 

El informe, publicado en febrero de 2025, se basa en una revisión bibliográfica del estado de la cuestión y en los resultados de una encuesta realizada por el grupo de expertos en HSPA. La encuesta se realizó entre diciembre de 2023 y febrero de 2024, y en ella participaron 20 representantes de 17 estados miembros de la Unión Europea y Noruega.

El grupo de expertos de la Comisión Europea establece un nuevo marco conceptual con nueve definiciones o tipos de prácticas de bajo valor (PBV), clasificadas en tres grandes categorías (figura 1):

  • Uso excesivo o inapropiado (5 tipos de PBV): incluye intervenciones sin beneficio demostrado y aquellas con alternativas más costo-efectivas o que se realizan en niveles asistenciales innecesariamente costosos.
  • Uso insuficiente (2 tipos de PBV): se refiere a servicios necesarios que no se ofrecen o no se utilizan, lo que compromete los resultados en salud.
  • Variaciones injustificadas (2 tipos de PBV): son las diferencias geográficas o entre grupos poblacionales que no se explican por necesidades clínicas y que pueden reflejar tanto sobreutilización como infrautilización.

Figura 1. Relación entre la variabilidad clínica y el uso excesivo/inapropiado e insuficiente de las intervenciones sanitarias. Fuente: elaboración propia a partir de Achstetter K, Steinbeck V, Busse R, Panteli D. Identifying, measuring and reducing low-value care in the context of helath System Performance Assesment 



Además, se detallan los nueve tipos de PBV con sus definiciones y ejemplos específicos del ámbito de la atención primaria (figura 2): 

Figura 2. Categorías y tipos de prácticas sanitarias de bajo valor (PBV)Fuente: elaboración propia a partir de Achstetter K, Steinbeck V, Busse R, Panteli D. Identifying, measuring and reducing low-value care in the context of helath System Performance Assesment 



Esta clasificación proporciona una herramienta útil para analizar y abordar la atención de bajo valor de forma estructurada y desde una perspectiva sistémica.

El informe analiza también los desafíos metodológicos en la medición de estas prácticas: la escasez de datos comparables, la falta de indicadores para áreas como salud mental, cuidados paliativos o atención primaria, y las resistencias políticas o institucionales al cambio.

Aunque varios países europeos ya utilizan indicadores para medir la atención de bajo valor en áreas como cribados, pruebas diagnósticas, tratamientos quirúrgicos y prescripción farmacológica, su adopción aún es limitada y desigual. Las áreas donde se ha identificado una mayor carencia de indicadores son la atención primaria, salud mental y cuidados paliativos. 

Llama la atención que, a pesar de ser un nivel asistencial en el que se realizan con frecuencia prácticas innecesarias o ineficientes, la atención primaria esté menos representada en los esfuerzos de medición, y se señale como uno de los ámbitos que presenta lagunas en la disponibilidad y uso de indicadores adecuados. 

Entre los indicadores de PVB que están siendo utilizados por algunos países destacan los siguientes:

  • Uso de antibióticos por habitante (total de DDD/1000 habitantes/día).
  • Medición de niveles de vitamina D en personas sanas.
  • Radiografía de columna lumbar en lumbalgia inespecífica antes de las 6 semanas.
  • Prescripción de medicamentos potencialmente inapropiados en mayores de 75 años.
  • Hospitalizaciones evitables por condiciones sensibles a la atención ambulatoria. 
Para afrontar la atención sanitaria de bajo valor, el grupo de expertos recomienda estrategias multicomponentes que combinen diversas intervenciones adaptadas a cada contexto, tales como
  • Desarrollo de guías clínicas basadas en evidencia y herramientas de ayuda a la toma de decisiones.
  • Reorganización de servicios.
  • Revisión y adecuación de incentivos.
  • Auditorías, evaluación de resultados y retroalimentación.
  • Campañas de sensibilización y educación dirigidas a profesionales y ciudadanía.

El documento aporta una serie de recomendaciones o líneas de acción para que los sistemas sanitarios identifiquen, midan y reduzcan la atención sanitaria de bajo valor:

  1. Adoptar la definición y el marco propuesto para orientar la identificación y reducción de prácticas de bajo valor con una visión sistémica.
  2. Desarrollar y adaptar indicadores relevantes basados en prioridades nacionales y disponibilidad de datos. Se sugiere comenzar por áreas de alto volumen y alto coste.
  3. Promover estrategias multicomponente combinando herramientas como guías clínicas, incentivos, auditorías, campañas de concienciación y participación de profesionales y pacientes.
  4. Fomentar el aprendizaje entre países: intercambiar experiencias y buenas prácticas para acelerar el avance hacia una atención más eficiente y centrada en el valor.
  5. Ampliar la perspectiva del concepto "valor": tener en cuenta no solo los resultados clínicos y los costes, sino también la sostenibilidad ambiental, la equidad y la experiencia del paciente.

El informe cita experiencias y ejemplos exitosos como la iniciativa “No Hacer” en España y las campañas de concienciación desarrolladas en Finlandia y Suecia, e incluye diversos anexos con la lista de indicadores para medir las PBV y con enlaces a los programas nacionales para reducir PBB de algunos de los países participantes.

Reducir la atención de bajo valor no solo mejora la eficiencia del sistema y protege a los pacientes del daño evitable. Es una oportunidad para redirigir recursos hacia intervenciones de alto valor, mejorar la equidad, reducir la huella ambiental del sistema sanitario y contribuir a su sostenibilidad a largo plazo.
Integrar su medición en los procesos de evaluación del desempeño nos permitirá avanzar hacia una atención realmente centrada en el valor.

+ info: 
Achstetter K, Steinbeck V, Busse R, Panteli D. Identifying, measuring and reducing low-value care in the context of Health System Performance Assessment. European Commission, 2025.

Ver en este blog otras entradas sobre prácticas de bajo valor y recomendaciones no hacer

Publicado por Txema Coll y Rosa Añel

Cómo citar esta entrada:
Coll Benejam T, Añel Rodríguez RM. La identificación, medición y reducción de la atención sanitaria de bajo valor: una prioridad para los sistemas de salud europeos  [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [4 de agosto de 2025; consultado 4 de agosto de 2025]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2025/08/la-identificacion-medicion-y-reduccion.html


Prevenciones, las justas: prevención prudente, infra/sobreprevención y deprevención


En una reciente entrada en este blog apuntábamos que, como en la prescripción prudente, en la prevención prudente podemos decir que "actividades preventivas, las justas". Ni más, ni menos.

En esta entrada proponemos nuevos conceptos como prevención prudente, sobreprevención y deprevención, así como unas primeras recomendaciones para su aplicación en la práctica, en el contexto actual.

Necesitamos desarrollar nuevos términos, paradigmas y actividades para ajustar las medidas de prevención, a la luz de la evidencia científica, para hacerlas más efectivas, eficientes, seguras, equitativas y practicables en el mundo real.

En lo relativo a la prevención —como en cualquier otro tipo de intervención sanitaria— tanto los excesos como los defectos pueden perjudicar la salud.

Todo el mundo tiene claro que no aplicar un tratamiento preventivo o curativo, cuando está indicado, puede perjudicar al paciente. Pero hay menos conciencia del peligro de los excesos en el tratamiento farmacológico, la sobremedicación, y menos aún de los riesgos asociados a los excesos en las actividades preventivas, que proponemos llamar sobreprevención

La sobreprevención es la realización de actividades preventivas que no han demostrado mejorar la salud de las personas a las que se aplican o que tienen un balance negativo entre los daños y los beneficios que generan.

Los daños pueden deberse, en primer lugar, a los efectos adversos de las pruebas o tratamientos preventivos.

Por ejemplo, en EE.UU., tras promover el actual secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr. el uso de la vitamina D como alternativa a la vacunación para prevenir el sarampión contra toda evidencia—, se ha producido un aumento inédito tanto de las hospitalizaciones por intoxicación de vitamina D como de sarampión. Este último es el otro riesgo de una actividad preventiva ineficaz cuando se usa en vez de otra eficaz: la persona que se somete a ella pierde la oportunidad de evitar un daño prevenible. Es la antítesis de la prevención, lo que podríamos llamar disprevención: actuaciones que no evitan daños, sino que los producen. 

El uso de la hidroxicloroquina o la ivermectina para la prevención de la COVID-19 es otro ejemplo reciente con desastrosos resultados. El desabastecimiento de la hidroxicloroquina por su uso fuera de indicaciones también afectó a las personas que la tenían prescrita en afecciones en las que sí está indicada, otro efecto colateral a tener en cuenta cuando se consumen recursos valiosos y limitados en actividades prescindibles.

La llegada a la potestad reguladora de los que defienden estas medidas dispreventivas en diversos países, y notablemente en uno de la importancia de EE.UU., abre una preocupante era de riesgos nuevos o reemergentes para la salud pública. Siguiendo con el ejemplo de la ivermectina, en el estado de Arkansas acaba de ser liberalizada su venta sin receta médica, una reivindicación de los que propugnan su uso, sin base científica, con fines tan dispares como prevenir y tratar la COVID o tratar el cáncer.

Las propias pruebas de cribado —detección de enfermedades en personas sin síntomas de padecerlas— también pueden producir efectos adversos: radiaciones ionizantes acumulativas, hematomas o síncopes con caída por venopunción... Sólo son asumibles, por bajo que sea su riesgo, si la probabilidad de que el paciente salga beneficiado por su realización supera a la de que sea dañado. Toda prueba cuya realización no es de esperar que mejore los resultados de la atención, incluso si sus efectos adversos no son graves ni frecuentes, es inaceptable tanto desde el punto de vista de la seguridad del paciente como desde el de la eficiencia del sistema.

Una prueba de cribado puede así mismo producir daño por falsos resultados positivos, que tienen un impacto psicológico en el paciente, pueden causarle problemas sociales o laborales y a menudo generan nuevas pruebas y tratamientos innecesarios.

Los falsos positivos pueden deberse a la falta de validez de la prueba, que puede ser intrínseca o debida a su aplicación en poblaciones con baja prevalencia del problema a cribar. Hay pruebas como la determinación del PSA que tienen cierta utilidad en el manejo del paciente con síntomas compatibles con cáncer de próstata, pero no como método de cribado en población general asintomática. Encontrar los subgrupos de población, por edad, raza u otras variables, en los que las pruebas tienen un balance daño/beneficio favorable es objeto de continuas revisiones para el PSA y otros métodos de cribado.

No es igual el valor predictivo de una prueba en pacientes con síntomas de una enfermedad, estudiados por el médico que la ha solicitado para afinar el diagnóstico —una población en la que la prevalencia de la enfermedad es muy alta— que en personas asintomáticas en las que la prevalencia es baja. Se trata de una simple cuestión de cálculo: a menor prevalencia, menor valor predictivo positivo.

En algunos casos, los positivos son reales pero intranscendentes: no hubieran generado ningún problema al paciente, al que sí le pueden causar daños los tratamientos innecesarios inducidos, además de las preocupaciones por el hallazgo. Una variante es el caso de enfermedades que no tienen mejor pronóstico por la detección en fase asintomática respecto a la detección cuando aparecen síntomas, por su lenta progresión o porque no existe un tratamiento eficaz para ellas. Cargar a un paciente asintomático con el peso del diagnóstico de una enfermedad que no se le puede tratar es una forma de ensañamiento que atenta directamente contra el principio ético de no maleficencia.

Los anteriores son casos de sobrediagnóstico: la identificación de una enfermedad o hallazgo incidental que, de no haberse detectado, no hubiera tenido consecuencias para el paciente. El sobrediagnóstico, un efecto adverso en cascada de la sobreprevención, suele generar a su vez sobretratamiento. En la imagen contigua representamos esta cascada de la sobreprevención.


La cascada de la sobreprevención

(Hacer clic para aumentar imagen)

Por ejemplo, tanto la U.S. Preventive Services Task Force como el  Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud desaconsejan el cribado del cáncer de tiroides en personas asintomáticas, ya que es más probable que obtengan un daño (por cirugías innecesarias) que un beneficio. Algo que es lo opuesto a la finalidad de una actividad preventiva.

Los programas que producen sobrediagnóstico, si no se miden los resultados en las personas, se retroalimentan: los que los hacen exhiben los hallazgos como éxitos (suponiendo gratuitamente que se ha beneficiado a todos los participantes con hallazgos) y consiguen así más recursos para seguir produciendo más sobrediagnóstico.

La aplicación inadecuada de actividades preventivas incluye su infrautilización, lo que podríamos llamar infraprevención. Es algo que está sucediendo, por ejemplo, con vacunas eficaces y seguras, tanto por el desistimiento de personas intoxicadas por la desinformación como por las dificultades de acceso por razones de poder adquisitivo en países que no la proveen gratuitamente. En el mencionado caso del resurgimiento del sarampión en EE. UU. se combinan ambos factores, ya que el nuevo gobierno ha combinado la difusión de bulos sobre las vacunas con el recorte presupuestario, el despido de personal y el cierre de centros que vacunaban a personas de bajos ingresos.

La equidad en el acceso a las pruebas preventivas es un aspecto que no se puede negligir porque, si se hace, los programas de cribado pueden acabar aumentando las brechas en salud entre las personas más y menos favorecidas socialmente. Por ejemplo, el riesgo de morir por cáncer de cérvix es mayor en las mujeres que ejercen la prostitución, que están entre las que menos se realizan las pruebas de detección temprana. Si simplemente se ofrece la prueba, sin una actitud proactiva hacia los colectivos más vulnerables, se dedicarán los recursos en mayor medida a las personas que menos lo necesitan. Esta inequidad en la prevención hará que las diferencias en la mortalidad se mantengan e incluso aumenten.

Para evitar caer tanto en la infraprevención —para minimizar las enfermedades evitables— como en la sobreprevención —para evitar daños y gastos innecesarios—, los responsables de las campañas poblacionales y los profesionales sanitarios hemos de usar la prudencia. Para practicar la prevención prudente hay en identificar las intervenciones preventivas efectivas y las personas que puedan beneficiarse de ellas, y descartar aquellas cuyo beneficio, en general o en determinadas poblaciones, sea mínimo o incierto.

En atención primaria se hacen actividades de prevención de eficacia demostrada y relevante, como la vacunación, la detección precoz de determinadas enfermedades con cribados de alto impacto o el consejo breve para dejar de fumar. Y hay otras que no se deberían hacer, como los programas de cribado sin evidencia sólida de beneficio neto, los chequeos de salud sistemáticos aplicados a personas sin factores de riesgo o los electrocardiogramas y otros exámenes en personas asintomáticas sin una indicación clara. 

La prevención prudente necesita una gestión prudente de la prevención: una gestión racional de las actividades preventivas que garantice una atención primaria equilibrada en sus prestaciones y centrada en el paciente. En la toma de decisiones sobre las actividades preventivas que realiza un servicio o sistema sanitario deben participar tanto los directivos como los profesionales implicados en su aplicación y las personas a las que se dirigen. Además de evaluar cada una de las actividades de forma aislada, se ha de evaluar el impacto conjunto de todas ellas en la salud y la calidad de vida de las personas a las que se aplican, así como la carga de trabajo que suponen y su compatibilidad con la realización de otras actividades.

La prevención debe enmarcarse en la medicina mínimamente impertinente y, tras una cuidadosa selección de las actividades entre las opciones existentes, incluida la de no hacer nada, deben aplicarse de la manera menos disruptiva para el paciente.

La gestión prudente de la prevención también debe tener en cuenta los costes de oportunidad, es decir, los resultados que podrían obtenerse de invertir los recursos en otras actividades más efectivas y eficientes.

La prevención debe estar basada en la evidencia, la experiencia, el conocimiento de los recursos disponibles y la coherencia con la actividad de la organización. Los planes de prevención han de ser realistas, aplicables y coherentes con los demás aspectos de la práctica de los profesionales.

A la hora de hacer planes preventivos personalizados, la toma de decisiones compartida entre los profesionales y los destinatarios contribuye a mejorar la relación entre ambos y la adherencia a las actividades consensuadas.

En atención primaria, recapitulando, la prevención es esencial, pero debe llevarse a cabo con sensatez. No debe convertirse en una carga insoportable ni para el paciente ni para los profesionales, ni debe imponerse a costa de la adecuada atención clínica a los pacientes enfermos. Debe estar basada en la evidencia, focalizada en quienes más lo necesitan y aplicada de manera prudente para evitar el sobrediagnóstico, los eventos adversos derivados del intervencionismo innecesario y la sobrecarga del sistema. 

Por todo lo expuesto proponemos definir la prevención prudente como aquella que selecciona las actividades preventivas teniendo en cuenta:

  • la evidencia científica sobre sus resultados en las personas,
  • las relaciones daño/beneficio y coste/efectividad más favorables para cada población objetivo,
  • los costes de oportunidad respecto a otras inversiones alternativas de los recursos utilizados,
  • la sobrecarga de los profesionales y del sistema sanitario,
  • la decisión informada de las personas a las que se ofrecen los programas,
  • el acceso equitativo a las actividades preventivas, 
  • el acceso al tratamiento de los problemas de salud detectados.

Si cuando se detecta que a un paciente se le han prescrito más medicamentos de los convenientes está indicada la deprescripción, cuando se están realizando más actividades preventivas de las convenientes procede reajustarlas mediante la deprevención.

Definimos la deprevención como un proceso de revisión del uso de actividades preventivas innecesarias o inapropiadas para una persona o una población. Tras evaluar la relación daño/beneficio de cada actividad y su papel, coherencia y oportunidad para esa persona o población, en un contexto y momento determinado, se puede considerar su mantenimiento, su suspensión o su modificación, ajustando su intensidad o frecuencia. 

El objetivo es reducir daños evitables y evitar actuaciones innecesarias que consumen recursos limitados. Es una toma de decisiones informada y compartida para adecuar el uso de las actividades preventivas, que busca mejorar la salud y la calidad de vida de las personas, reducir la sobrecarga de trabajo de los profesionales y mejorar la eficiencia del sistema.

En una entrevista reciente, Iona Heath, referente en medicina de familia, comentaba el artículo que ya reseñamos sobre el impacto del creciente número de actividades preventivas en la atención a los enfermos. Entre otras interesantes declaraciones hacía esta advertencia:“La atención primaria ha empezado a asustar a los sanos y a descuidar a los enfermos”.

Los responsables de las campañas y programas de prevención deben usar la ciencia y la prudencia para seleccionar qué actividades se programan y quién las realiza. Los responsables de la atención primaria deben encontrar un equilibrio entre los recursos que se dedican a la prevención y a la atención.

Los médicos de familia debemos recuperar y armonizar las funciones que nos son propias, sin renunciar a la prevención, pero practicándola de manera eficiente, integrada en su práctica clínica: no como tareas impuestas a justificar en la burocracia,sino como parte de la relación terapéutica que profesional y paciente construyen en su relación longitudinal, a lo largo de la vida.

Necesitamos una prevención basada en la evidencia y en la prudencia.


+ info:
Palacio Lapuente J. No hacer para poder hacer: sensatez en las políticas, la gestión y la práctica. Atención Primaria, 2023; 55(7), 102646. https://doi.org/10.1016/j.aprim.2023.102646.
Rosa María Añel Rodríguez, María Pilar Astier Peña, Txema Coll Benejam, ¿Por qué resulta cada vez más complicado “hacer lo que hay que hacer” y “dejar de hacer lo que no hay que hacer”? Estrategias para revertir las prácticas de bajo valor, Atención Primaria, 2023; 55(7), 102630, https://doi.org/10.1016/j.aprim.2023.102630.
"Necesitamos un mayor compromiso con la continuidad de la atención y priorizar a los enfermos por encima de los sanos". Entrevista a Iona Heath. [Internet] salud 2000 (FASDP) nº 166  [marzo de 2025; consultado 18 de abril de 2025]. Disponible en: https://fadsp.es/wp-content/uploads/2025/04/SALUD2000_166_4.Entrevista-Iona-Heath.pdf 

Ver en este blog: 
Añel Rodríguez RM, Palacio Lapuente J. Cuando la prevención se convierte en un problema: una mirada crítica desde la atención primaria. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [4 de marzo de 2025; consultado 30 de abril de 2025]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2025/03/cuando-la-prevencion-se-convierte-en-un.html
Añel Rodríguez RM, Astier Peña MP. Prácticas de bajo valor: dificultades para su desimplementación. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [4 de octubre de 2022; consultado 30 de abril de 2025]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2022/10/practicas-de-bajo-valor-dificultades.html

Publicado por Jesús Palacio y Rosa Añel. Diseño de la infografía: Txema Coll

Cómo citar este artículo: 
Palacio Lapuente J, Añel Rodríguez RM. Prevenciones, las justas: prevención prudente, infra/sobreprevención y deprevención. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [1 de mayo de 2025; consultado 29 de abril de 2025]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2025/05/prevenciones-las-justas-prevencion.html


Segundas víctimas: cuando el sistema falla al profesional


En un entorno como el sanitario, donde los errores todavía se viven como fracasos personales más que como fallos del sistema, nuestro compañero Carlos Aibar nos invita a mirar más allá del enfoque individual, y a comprender y atender las heridas que deja la cultura del error en los profesionales.

En su artículo, titulado “Segundas víctimas: ¿asunto individual o problema del sistema?”, Aibar articula con claridad una tesis fundamental: el sufrimiento de las segundas víctimas no es una debilidad personal, sino una consecuencia lógica de sistemas inmaduros que fallan en ofrecer un soporte estructurado, humano y preventivo a los profesionales de la salud que se ven afectados por un evento adverso.

Desde la publicación del emblemático informe "To err is human" se han producido importantes avances en la conciencia institucional sobre la seguridad del paciente. Sin embargo, la atención a las segundas víctimas sigue siendo deficitaria y, en muchos contextos, queda relegada a la buena voluntad de los compañeros de profesión y a la adecuada interpretación de unos protocolos que resultan casi siempre demasiado básicos o incipientes. 

Una de las fortalezas del artículo es la capacidad de conectar el sufrimiento individual con la responsabilidad colectiva. Lejos de reducirse a un asunto emocional, el autor subraya cómo la respuesta institucional —o su ausencia— refleja una ética organizacional: ¿se protege al profesional cuando más vulnerable está, o se le deja solo frente al error y a sus consecuencias legales, emocionales y reputacionales?

El autor pone el foco en la necesidad de precisar el concepto de segunda víctima y de conocer los factores que determinan la frecuencia e intensidad de esta afección. Como se muestra en la siguiente infografía, elaborada por el profesor Aibar, diversos factores organizacionales y culturales determinan el riesgo y la intensidad del padecimiento de los profesionales como segundas víctimas.

Entre muchos otros aspectos, el artículo destaca la importancia de disponer de los elementos esenciales para la atención a las segundas víctimas: protocolos con normas y guías de actuación claras, apoyo entre pares, formación adecuada y, sobre todo, una cultura de seguridad sistémica que no penalice el error, sino que promueva el aprendizaje compartido a partir de él. Porque el aprendizaje real en seguridad del paciente no podrá germinar en un terreno abonado de culpa y aislamiento.

El enfoque de Carlos Aibar es genuino, pero nada ingenuo: reconoce las tensiones entre la responsabilidad individual y la institucional. Defiende que, para avanzar en la seguridad del paciente y en el cuidado de los profesionales, es necesario integrar el fenómeno de las segundas víctimas como parte del abordaje sistémico de los eventos adversos, más que como una nota al pie de página o como un simple anexo de la estrategia de gestión de eventos adversos.

Este artículo es una lectura indispensable para quienes piensan que la seguridad del paciente no puede construirse desde la exigencia individual sino desde estructuras justas, entornos seguros y culturas organizacionales que reconozcan la vulnerabilidad como parte del ejercicio profesional.

El mismo principio hipocrático que nos urge a no dañar a los pacientes en el ejercicio de nuestra profesión, también debería dirigirnos a no permitir que los sistemas sanitarios perpetúen en silencio el daño que causan a los profesionales que nos cuidan. 

+ info:
Aibar Remón, C. Segundas víctimas: ¿asunto individual o problema del sistema? Rev Der Gen H. 2025;1(60),55-71. Disponible en: https://ojs.ehu.eus/index.php/rdgh/article/view/27360/25274

Ver en este blog las entradas sobre este asunto con la etiqueta Segundas víctimas

Publicado por Rosa Añel

Cómo citar este artículo: 
Añel Rodríguez RM. Segundas víctimas: cuando el sistema falla al profesional. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [24 de abril de 2025; consultado 24 de abril de 2025]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2025/04/segundas-victimas-cuando-el-sistema.html


Actualización del Protocolo de Londres, una de las herramientas más utilizadas para analizar los incidentes de seguridad del paciente en los sistemas sanitarios

El Protocolo de Londres es una de las herramientas más ampliamente utilizadas para analizar los incidentes de seguridad del paciente en el ámbito sanitario. Aporta una metodología de estudio estructurada, con el objetivo de detectar todos los factores que han contribuido al incidente, comprender las causas subyacentes y reflexionar sobre las medidas de mejora necesarias para evitar su repetición. 

El análisis sistemático de los incidentes de seguridad del paciente aporta un conocimiento más amplio de las circunstancias en las que se han producido, ayudando a identificar los puntos débiles del sistema y detectar las situaciones de riesgo. El Protocolo de Londres pone el foco en qué ha ocurrido y por qué. En palabras de sus autores, "nos aleja de un enfoque estrecho sobre quién hizo qué y nos guía a un examen integral de lo que el incidente revela sobre el sistema en general y cuáles son las implicaciones para mejorar la seguridad", ya que "la mayoría de los problemas de seguridad se derivan de cuestiones sistémicas más amplias y, por lo general, no solo es injusto sino completamente inútil culpar a las personas". Esta forma de proceder facilita el aprendizaje y el desarrollo de una cultura de seguridad positiva en las organizaciones sanitarias, evitando culpabilizar a los profesionales como cabezas de turco. 

Los autores de la anterior versión del Protocolo de Londres, publicada en 2004 en la revista Clinical Risk, creen que, aunque los conceptos y prácticas esenciales que lo sustentan siguen siendo sólidos, el enfoque debe adaptarse a los desafíos actuales. La atención sanitaria ha cambiado de muchas maneras en los últimos 20 años, y el análisis y la prevención de incidentes debe perfeccionarse para reflejar dichos cambios. 

La finalidad del análisis de los incidentes clínicos es lograr un sistema sanitario más seguro, por lo que averiguar qué sucedió y por qué es solo la primera etapa del análisis general. El verdadero propósito es utilizar el incidente para reflexionar sobre lo que revela acerca de las deficiencias y carencias del sistema. Por esto han denominado a su enfoque "análisis de sistemas", en referencia a un examen amplio de todos los aspectos del sistema de atención sanitaria en cuestión y de las interacciones entre los factores humanos, técnicos y organizativos. Este enfoque incluye a todas las personas involucradas en el sistema y cómo se comunican, interactúan y crean la cultura de seguridad en la organización sanitaria.

El Protocolo de Londres 2024 pone mayor énfasis en los siguientes aspectos:
  • Incorporar a los pacientes y a las familias en el análisis y revisión de los incidentes de seguridad. 
  • Considerar tanto el impacto físico como psicológico en las personas involucradas. 
  • Examinar períodos de tiempo mucho más largos y evaluar los factores contribuyentes en diferentes puntos del trayecto asistencial del paciente.
  • Valorar las consecuencias de los incidentes con más detalle. Además del análisis de las causas y los factores contribuyentes, incorporar la evaluación de las consecuencias del incidente y del apoyo que se ha prestado a los diferentes afectados: el paciente, su familia y el personal sanitario.
  • Aprender tanto del éxito como del fracaso, recoger la información sobre lo que ha ido bien. El análisis de los "casi accidentes", en los que se evitó por poco el daño, también puede proporcionar información valiosa sobre el sistema en general.
  • Evitar la elaboración de recomendaciones basadas en el análisis de un único incidente. Promover análisis más profundos y reflexivos, en lugar de realizar múltiples informes rutinarios y repetitivos.
  • Realizar un enfoque más estructurado de las recomendaciones, incluyendo una crítica de los estándares, políticas y procedimientos existentes.
  • Mejorar la redacción de los informes y de las recomendaciones de mejora.

El 12 de febrero de 2025 tendrá lugar un taller de formación online para mostrar las novedades y potenciar el uso y aprovechamiento de esta herramienta. El taller estará impartido por Helen Higham y Charles Vincent, dos de los autores del Protocolo de Londres actualizado. Al final de la sesión de formación se abrirá un turno de preguntas y debate sobre cualquiera de los aspectos planteados. El evento, de inscripción gratuita, está organizado por la Fundación de Salud Q, constituida por la Health Foundation y los servicios de salud de Inglaterra e Irlanda.

+ info
Vincent C, Adams S, Bellandi T, Higham H, Michel P, Staines A. Systems Analysis of Clinical Incidents: The London Protocol 2024.
Taylor-Adams S, Vincent C. Systems analysis of clinical incidents: the London protocol. Clinical Risk. 2004;10(6):211-220. 
Vincent C, Taylor-Adams S, Chapman EJ, Hewett D, Prior S, Strange P, Tizzard A. How to investigate and analyse clinical incidents: clinical risk unit and association of litigation and risk management protocol. BMJ. 2000;320(7237):777-781.

Publicado por Rosa Añel

Cómo citar esta entrada:
Añel Rodríguez RM. Actualización del Protocolo de Londres, una de las herramientas más utilizadas para analizar los incidentes de seguridad del paciente en los sistemas sanitarios. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [24 de diciembre de 2024; consultado 24 de diciembre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2024/12/actualizacion-del-protocolo-de-londres.html


Uso adecuado del laboratorio clínico en atención primaria: monográfico publicado en AMF

Con el título "Una mirada al laboratorio clínico", la revista Actualización en Medicina de Familia (AMF), de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), ha publicado un número monográfico sobre el uso adecuado del laboratorio clínico en atención primaria. Es de acceso libre para socios de semFYC, además de para suscriptores de AMF. Sus coordinadores, Carlos Coscollar y María Escorihuela, nos han explicado cómo surgió el proyecto de elaboración de este número especial, cuáles son sus contenidos y por qué interesa su lectura a todos los profesionales sanitarios, muy especialmente a los que trabajamos en atención primaria. Reproducimos a continuación el resumen que Carlos y María han redactado para nuestro blog.

El monográfico surge de un encargo hecho por el comité editorial de AMF. Todos los años, además de los números ordinarios, AMF publica dos monográficos. El laboratorio clínico, visto desde la atención primaria, era un tema pendiente de tratar, a pesar de ser la prueba complementaria por excelencia en nuestra práctica clínica. Se estima que entre el 30 y el 40% de las consultas se acompañan de solicitud de análisis. Un dato que contrasta con el reducido impacto que suelen tener en la gestión clínica del paciente, como se demostró en un estudio realizado recientemente en el Reino Unido, en el que se vio que hasta un 50% de las solicitudes de análisis clínicos no condujeron a cambio alguno en el manejo del paciente. 

La primera tarea fue definir el planteamiento y los contenidos del monográfico. Descartamos realizar una aproximación “al uso”, asumiendo el riesgo de evitar el formato de glosario de pruebas de laboratorio, indicaciones, interpretación, recomendaciones, etc. Ese enfoque ya estaba disponible, por lo decidimos centrarnos más en el “continente" que en el "contenido”. Es decir, poner el foco más en toda la compleja tramoya que sostiene el proceso analítico, que culmina con la decisión de solicitar o no un análisis, en el modo de hacerlo y en su adecuada interpretación posterior. Se ha hecho necesario reflexionar sobre los determinantes que condicionan el rendimiento de las pruebas de laboratorio, dentro de un contexto más amplio: el razonamiento clínico. Se trata, por tanto, de un monográfico más competencial que de habilidades, cuyo objetivo final es ayudar a convertir una prueba válida (condición básica e inexcusable) en una prueba útil, en términos de resultados para el paciente y para el profesional.

Al primer capítulo, que describe la situación del laboratorio en España, le sigue un análisis de las distintas fases del proceso analítico: preanalítica, analítica y postanalítica. Se ha añadido una fase previa, la pre-preanalítica, a la que se dedica un apartado específico. El monográfico se completa con otros capítulos que abordan la importancia de un mayor acercamiento y colaboración entre el laboratorio clínico y el primer nivel asistencial, y los problemas relacionados con el clásico "chequeo de salud" mediante análisis de sangre. Los capítulos sobre valores críticos y valores clínicamente irrelevantes incorporan los aspectos relativos a habilidades. Para finalizar, se incluye un capítulo dedicado a la seguridad del paciente durante todo el circuito.

La elevada variabilidad observada en estas peticiones afecta tanto al volumen como al contenido, y no se limita solo a ámbitos diferentes, sino que también se describe entre médicos de familia que desempeñan en escenarios casi idénticos. Una parte de esa variabilidad es inevitable por la naturaleza de nuestro trabajo, y otra se justifica por la necesidad de adecuarse a las necesidades de pacientes individuales. Pero hay una variabilidad indeseable y no justificada que favorece el error por inadecuación, por exceso o por defecto, y las interpretaciones erróneas o, en ocasiones, excesivamente estandarizadas (“sujetas a protocolo”).

Tras esta introducción, el monográfico se detiene en la fase previa del proceso analítico (fase pre-preanalítica) recordando los fundamentos de una correcta selección de la prueba y reflexionando sobre los riesgos del exceso de biometría, promovidos por la excesiva confianza en lo aparentemente “objetivo” de lo cuantitativo. Se revisa el significado de los límites de referencia, su modo de cálculo y sus limitaciones y su relación contextual con la salud/enfermedad. También se revisan los términos de sensibilidad, especificidad, valores predictivos y cocientes de probabilidad, que hablan de validez y de la seguridad de la prueba y que, en última instancia, nos ayudan a interpretar mejor y a reflexionar sobre el mismo razonamiento clínico, identificando posibles debilidades.

Durante el monográfico se hace referencia a diferentes fuentes de variabilidad, en las tres fases del proceso. Actualmente, la variabilidad analítica, la que se ciñe al ámbito del laboratorio clínico, es muy pequeña, resultando la preanalítica, la fuente de mayor variabilidad: preparación del paciente, obtención de la muestra y procesamiento de la misma. Gran parte de estas fuentes de variabilidad son susceptibles de control mediante estandarización y controles de calidad. Sin embargo, la variabilidad biológica, tanto individual como interindividual, es inherente al hecho biológico y debe tenerse en cuenta a la hora de interpretar adecuadamente resultados diferentes. Esta cuestión es abordada, específicamente, en el capítulo dedicado a la fase postanalítica.

Con excesiva frecuencia, se observa un cierto automatismo o inercia a la hora de solicitar una determinada analítica. Sin embargo, la práctica experta, que pretende hacer uso del laboratorio de modo eficiente, seguro y útil, implica un ejercicio complejo, especialmente si consideramos el compromiso con el paciente que obliga a una atención segura y de calidad. La tarea se hace especialmente difícil en el primer nivel asistencial, donde la incertidumbre, los contextos clínicos complejos, con frecuencia poco definidos (fases iniciales, presentaciones atípicas) y la escasez de tiempo no facilitan la tarea. El objetivo final es conseguir la adecuación de las solicitudes, es decir, conseguir que el resultado responda a la pregunta (necesidad) que el clínico se había hecho enfrentado a un dilema clínico, con un beneficio que exceda al daño, y a un coste y con un riesgo razonables.

La adecuación de las pruebas convoca a los clínicos, al propio laboratorio y a la comunicación entre ellos. Deben establecerse estrategias de gestión de la demanda conjuntas, compartidas, consensuadas, flexibles, monitorizadas y adaptadas a contexto clínico. Es decir, estrategias centradas en rentabilizar los recursos para conseguir el máximo impacto en la calidad asistencial garantizando que las solicitudes que lleguen al laboratorio sean adecuadas y conduzcan a resultados con utilidad clínica. Uno de los capítulos del monográfico está dedicado precisamente a este tema.

Sigue resultando inevitable hablar de los chequeos que suelen incorporar, de modo prácticamente inevitable, un análisis. Hace tiempo que se dispone de documentación suficiente acerca de la ineficacia y riesgos de este tipo de intervenciones. Sin embargo, quizá llevados por ciertas inercias promovidas de modo no casual, es una cuestión vigente que genera consultas con contenidos peculiares. Los chequeos se llevan a cabo en población sana, o para resultar más preciso, en población asintomática, sin evaluación previa de riesgos individuales y, suelen ser, estandarizados, sistemáticos y periódicos. Es decir, al tratarse de población con baja prevalencia (probabilidad preprueba) de enfermedad, la probabilidad de obtener falsos positivos se dispara, especialmente si consideramos que los análisis son repetidos con periodicidad, habitualmente anual. El riesgo, por tanto, es propiciar cascadas diagnósticas innecesarias, sobrediagnóstico y sobretratamiento, con daños de diferente naturaleza, sin ofrecer beneficio alguno.

Se hace referencia a un concepto opinable en su formulación, pero que cualquier profesional reconocerá: “el valor terapéutico de los análisis”. Precisamente en ese contexto de baja prevalencia, es especialmente necesario aplicar el consentimiento informado (informal o verbal) en las pruebas de laboratorio y atender a las cuestiones éticas que plantea el chequeo.

En un mismo capítulo se abordan la recepción, comunicación y manejo de valores críticos, y lo que puede parecer su opuesto: los valores clínicamente irrelevantes. Ambos son elementos que añaden complejidad a la fase postanalítica. Los valores críticos, es decir, los valores que ponen en riesgo la integridad o pronóstico del paciente, obligan a una comunicación lo más rápida posible que permita una valoración urgente. La bibliografía no facilita un listado único de valores críticos, por lo que nos hemos decantado por una selección basada en la frecuencia y relevancia, proponiendo criterios de manejo. Todo laboratorio debe disponer de un listado de valores críticos y protocolos de comunicación que, idealmente, deben negociarse con los clínicos. 

El concepto “valores clínicamente irrelevantes” es tan familiar para el profesional como insólito en la bibliografía. Viene definido por la decisión del profesional de no conceder importancia a valores fuera de los límites de referencia, en un determinado contexto clínico y tras una cuidadosa evaluación. Una tarea difícil, en ausencia de bibliografía, y comprometida que, con frecuencia, obliga a una explicación al paciente como consecuencia de la “cultura de los asteriscos”. La elección de los analitos que se explican en este capítulo es resultado de la experiencia y reflexión de los autores. Contamos con la complicidad y generosidad del lector, que entenderá la “intención” de utilizar el término irrelevante, cuando nos referimos, en determinados contextos, a ciertos valores de creatinina, bilirrubina, ácido úrico, hormona estimulante del tiroides, velocidad de sedimentación globular o marcadores tumorales, o de vitamina D.

El capítulo del postanálisis se centra en la interpretación de los resultados obtenidos, que dependerá, en gran medida, del motivo de la solicitud, del contexto y la expectativa clínica. Es cierto que esto lo hacemos de forma muy intuitiva, pero cada pregunta clínica requiere del uso de distintos tipos de referencias para interpretar y dar valor a los resultados. Por ejemplo, cuando la solicitud responde a un control de salud, la interpretación utiliza es el intervalo de referencia. Un valor dentro del intervalo genera tranquilidad, pero exige ser conscientes de las limitaciones del intervalo, condicionadas por el mismo modo en el que se lleva a cabo su cálculo (95% de población “sana” y representativa). Cuando la solicitud se lleva a cabo ante el riesgo de presentar una determinada enfermedad o confirmación de un diagnóstico, deben utilizarse los límites de decisión, que actúan como límites divisorios entre “lo normal” y “lo patológico”. Este límite no se establece con poblaciones “sanas”, sino que el criterio es el resultado de estudios clínicos, directrices o valores de consenso que se modifican según la evidencia disponible. En el tercer escenario, la petición de análisis en el contexto del seguimiento de un paciente (una patología determinada o un tratamiento a monitorizar), la referencia será el perfil analítico del propio paciente, y para evaluar la significación de los cambios apreciados es aconsejable conocer, o al menos no desconsiderar, el impacto de la variabilidad biológica de los analitos, tanto intraindividual, como interindividual. En el capítulo se explican el significado, cálculo y utilidad del delta check, el índice de individualidad y el valor de referencia del cambio.

El último capítulo habla de la seguridad del paciente, contemplada no solo desde el laboratorio, sino también desde el mismo momento en que pensamos en solicitar un análisis. Se trata de un aspecto muy relevante, ya que la solicitud de pruebas de laboratorio, junto a la prescripción de medicamentos, son las dos intervenciones que más frecuentemente se utilizan de forma inadecuada. Para enfrentar este problema, un paradigma de seguridad del paciente, la atención primaria es cardinal. Los modelos sanitarios basados en atención primaria contribuyen a la reducción del uso excesivo o inadecuado de las pruebas de laboratorio.

El término adecuación no tiene un contenido economicista y no se refiere solo a aspectos cuantitativos. Implica solicitar a quien lo necesita, en el momento oportuno y con el contenido más útil, siempre bajo el compromiso entre beneficio riesgo y considerando las preferencias del paciente. Abordar esta cuestión excede el ámbito del profesional del médico de familia. Requiere considerar, además de factores propios (perfil de práctica clínica individual), factores estructurales, profesionales, sociales, etc., otros aspectos como la complejidad creciente de los pacientes, el grado de tolerancia a la incertidumbre, la cultura sanitaria mayoritaria, las expectativas del paciente (propensos a hacer, frente a la prudente vigilancia expectante) y del profesional (propensos a sobreestimar los beneficios y minimizar los riesgos), la autoexigencia de disponer de un diagnóstico (modelo formativo y criterio de reconocimiento profesional), los excesos de la biometría, las guías de práctica clínica que no contemplan la complejidad de los pacientes con multimorbilidad, los modelos de organización de la consulta, incluida la presión asistencial, son algunos de ellos.

Frente a todas estas dificultades reales, el médico de familia dispone de una potente y distintiva herramienta, en la medida en que las limitaciones estructurales y las decisiones de los gestores se lo permiten: el conocimiento del paciente, forjado en la continuidad de las consultas y el conocimiento mutuo, es decir, la longitudinalidad.

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Los autores de los 9 artículos que conforman este número especial de la revista AMF son, por orden de aparición, Carlos Coscollar Santaliestra, María Escorihuela Gimeno, María Esther Solé Llop, Paula Sienes Bailo, Marta Domínguez García, Jose Luís Cañada Millán y Rosa María Añel Rodríguez


+ info:
Ceriotti F, Hinzmann R, Panteghini M. Reference intervals: the way forward. Ann Clin Biochem. 2009 Jan;46(Pt 1):8-17. 
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Publicado por María Escorihuela y Carlos Coscollar

Cómo citar esta entrada:
Escorihuela Gimeno M, Coscollar Santaliestra C. Uso adecuado del laboratorio clínico en atención primaria: monográfico publicado en AMF[Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [21 de diciembre de 2024; consultado 21 de diciembre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2024/12/uso-adecuado-del-laboratorio-clinico-en.html


Es mi médica: el poder de la longitudinalidad y el vínculo entre paciente y profesional en atención primaria

"Es mi médica. Cuando tengo algún problema de salud voy a ella y me lo resuelve ella misma la mayor parte de las veces. Otras veces me manda a la enfermera, a urgencias o a otro especialista, pero siempre está pendiente de cómo me va. Me conoce mejor que nadie y confío en ella. Hace muchos años que nos conocemos y espero que siga siendo mi médica muchos más".

Estos serían los atributos esenciales de la medicina de familia y la atención primaria, vistos desde el punto de vista del paciente. Entre estos atributos, junto al de primer contacto, la integralidad y la coordinación, Barbara Starfield incluye la longitudinalidad, que define como la relación personal que se establece a lo largo del tiempo entre el médico y los pacientes de una consulta. La longitudinalidad propicia un compromiso entre el paciente y su médico de familia basado en la confianza y conocimiento mutuos.

Una relación más o menos longitudinal puede darse entre los pacientes y los médicos de diferentes especialidades, pero solo los de familia tienen el título más valioso, el que otorgan los pacientes: el de "mi médico".

Como los remeros que llevan tiempo navegando juntos, el paciente y su médico, en una relación longitudinal, acompasan sus esfuerzos para navegar lo mejor posible por los problemas de salud y por el sistema sanitario. La evidencia científica y el sentido común nos dicen que así los resultados son mejores que cambiando continuamente a quienes han de aunar sus esfuerzos.

Sobre este aspecto clave de la medicina de familia versa el editorial de Formación Médica Continuada (FMC) El poder de la longitudinalidad y el vínculo en atención primaria que firma Rosa Añel, integrante del Grupo de Trabajo en Seguridad del Paciente de semFYC.

La autora aclara términos que a veces se confunden por ignorancia o mala fe, como la diferencia entre la longitudinalidad y la continuidad de la atención a un determinado problema de salud de un paciente por parte de diferentes profesionales. El médico de familia ofrece tanto continuidad asistencial (el seguimiento de cada uno de los problemas específicos) como continuidad relacional o longitudinal (la atención al conjunto de los problemas de salud que afectan al paciente a lo largo de su vida).

En el artículo la autora documenta los probados beneficios de la longitudinalidad, tanto en los resultados en el paciente en salud, satisfacción, calidad y esperanza de vida, como en el profesional, cuya satisfacción también mejora, y en el sistema sanitario, al que hace más eficiente tanto en la atención primaria como en su conjunto.

Señala la autora algunos hechos bien conocidos por pacientes y profesionales en los que convendría profundizar, como el impacto de la mera expectativa de una relación duradera desde el primer contacto. Tanto los profesionales como los pacientes se comportan de manera diferente cuando se trata de una asistencia puntual que cuando es el primer encuentro en una relación con perspectiva de futuro. Esta expectativa, por sí misma, además de hacer que el encuentro y sus resultados cambien, favorece el establecimiento del vínculo relacional desde el primer momento.

La longitudinalidad favorece el vínculo, la unión invisible que liga al profesional con el paciente, la familia y la comunidad donde ejerce, y viceversa. Como recalca la autora, el poder de la longitudinalidad está en el vínculo, que va aumentando a lo largo del tiempo, y el poder de la atención primaria está en la longitudinalidad: "Si nos quitan la longitudinalidad, dejaremos de ser lo que somos, y dejaremos de hacer atención primaria".


+ info:
Añel Rodríguez RM. El poder de la longitudinalidad y el vínculo en atención primaria. FMC - Formación Médica Continuada en Atención Primaria, Volume 31, Issue 9, 2024, Pages 447-449, ISSN 1134-2072. DOI: https://doi.org/10.1016/j.fmc.2024.04.005.
.Ver en este blog:
Palacio Lapuente J. Las ventajas de una relación estable entre el paciente y su médico: longitudinalidad, calidad, eficiencia y seguridad. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [27 de septiembre de 2019; consultado 27 de noviembre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2019/09/las-ventajas-de-una-relacion-estable.html
Palacio Lapuente J. Longitudinalidad en Atención Primaria: un factor protector de la salud. Editorial de la Revista Clínica de Medicina de Familia que mueve a la reflexión y a la acción. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [30 de junio de 2022; consultado 27 de noviembre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2022/06/longitudinalidad-en-atencion-primaria.html

Publicado por Jesús Palacio

Cómo citar esta entrada:

Palacio Lapuente J. Es mi médica: el poder de la longitudinalidad y el vínculo entre paciente y profesional en atención primaria. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [28 de octubre de 2024; consultado 28 de octubre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2024/11/es-mi-medica-el-poder-de-la.html


Activación e implicación de los pacientes en su seguridad: claves para maximizar el éxito de las intervenciones dirigidas a incorporar a los pacientes como barrera


Pacientes como barrera de seguridad
Fuente: @roanelSP
"Generar cultura de seguridad es un trabajo de fondo que requiere continuidad en el tiempo, debemos ser muy persistentes". Así concluía Rosa Añel la entrevista que realizó para este blog en el año 2018, enfatizando la importancia de la implicación de la ciudadanía, clave de la campaña de Seguridad del Paciente que entonces diseñó y lideró en Osakidetza/Servicio Vasco de Salud.

Participar como barrera de seguridad significa que las y los pacientes, mediante su actuación, pueden prevenir algunos de los problemas de seguridad que se producen durante la asistencia sanitaria y notificar los fallos que han detectado. La participación del paciente en su seguridad tiene una doble vertiente: proactiva, detectar los riesgos y puntos débiles del sistema que favorecen la aparición de fallos durante el proceso asistencial, y actuar para evitar los daños derivados de dichos fallos; y reactiva, informar sobre los incidentes de seguridad que ya han acontecido, para analizar sus causas y aplicar mejoras que eviten su repetición.

Tras años de trabajo en este campo y buscando ampliar el escaso conocimiento existente sobre cómo involucrar a los pacientes para que actúen en pro de su seguridad, qué tipo de estrategias son las más exitosas para conseguirlo y cuáles son los factores que facilitan y los que dificultan dicha participación, la Dra. Añel presenta, junto con la profesora Virginia Díaz Gorriti, los resultados de una intervención educativa que han sido publicados en la Revista Clínica de Medicina de Familia el pasado mes de junio.

El estudio se realizó en Atención Primaria, en la Organización Sanitaria Integrada (OSI) Barrualde-Galdakao, de Osakidetza. El tipo de incidente de seguridad elegido para realizar la intervención educativa han sido los errores de identificación del paciente, y el proceso asistencial seleccionado, la intervención quirúrgica programada del servicio de traumatología. Se diseñó material específico para sensibilizar y activar a los pacientes que se encontraban en lista de espera para ser operados. Así, los pacientes recibieron una intervención educativa al comienzo del proceso con el fin de activarles y promover su participación, a favor de su seguridad, a lo largo del proceso asistencial. 

Todos los detalles del diseño y la metodología del estudio, la evaluación de la situación de partida de las y los pacientes, su percepción de la seguridad clínica y sus conocimientos previos a la intervención, están publicados en el año 2019 en la revista Journal of Healthcare Quality Research.

Las autoras presentan este año los resultados de la última fase de su investigación, cuyo objetivo ha sido evaluar el efecto de la intervención educativa en el nivel de activación y la capacidad de participación del paciente reforzando su seguridad durante la asistencia. La información recabada mediante las entrevistas personales semiestructuradas, junto a las notas registradas por la entrevistadora y la observadora al final de cada una de ellas, y las anotaciones del cuaderno de campo entregado a las personas participantes, ha conformado el conjunto de datos primarios, de cuyo análisis derivan los resultados que ahora se presentan.

Mediante el análisis cualitativo del contenido, se identificaron cinco categorías, y trece subcategorías, con la siguiente segmentación temática de la información:

  1. El interés mostrado por la actividad educativa, que fue muy alto. El proceso de captación de participantes fue ágil, nadie solicitó salir del estudio, y todas las personas participantes recordaron los dos mensajes clave para contribuir a asegurar su proceso de identificación: "identifícate" y "comprueba que los datos de identificación que figuran en la pulsera y en la documentación son los tuyos".
  2. La situación de base de los pacientes en cuanto a su percepción y conocimiento de los riesgos asociados a la asistencia sanitaria. Todos los pacientes son conscientes, en mayor o menor grado, de que el ámbito sanitario no está exento de riesgos. Sin embargo, la valoración que hacen de los incidentes de seguridad es muy diferente en función de las consecuencias que hayan tenido. Cuando se trata de incidentes sin daño, muestran una actitud más comprensiva. Sin embargo, cuando el resultado del proceso asistencial no es el deseado, muestran desconfianza y, en ocasiones, rechazo hacia la actitud de los profesionales. Entre los factores que las y los pacientes identifican con mayor claridad, que contribuyen a aumentar el riesgo de que algo salga mal, destacan: la ausencia de su profesional de referencia, la información insuficiente o contradictoria, el uso de lenguaje técnico, la incertidumbre, y la percepción de falta personal suficiente para hacer el trabajo con calidad y seguridad.
  3. Las dificultades para participar. Las y los pacientes desconocen aspectos importantes del proceso asistencial y esto condiciona las posibilidades de participación. Han señalado carencias de información, e incluso a veces información contradictoria, en los siguientes aspectos del proceso asistencial: información sobre el procedimiento quirúrgico y sobre el postoperatorio, indicaciones acerca de qué hacer y qué no hacer en cada fase o momento del proceso asistencial, e información sobre el tratamiento y recomendaciones de cuidados al alta. Además de las dificultades para conseguir la información necesaria para aclarar sus dudas, la actitud del personal médico y la percepción del contexto o clima asistencial como hostil, son los elementos que dificultan la participación efectiva de las y los pacientes como barrera de seguridad.
  4. La utilidad de la intervención y su impacto real en la capacidad del paciente para participar reforzando su seguridad durante la asistencia. Todas las personas participantes han mejorado su nivel de activación —han manifestado su intención de cambio en futuros contactos con el sistema sanitario, y creen que la intervención educativa ha mejorado su disposición y capacidad para actuar reforzando su seguridad— si bien el grado de mejora conseguido es diferente en función de la situación de partida de cada paciente. Cabe destacar que se ha producido un efecto "bola de nieve" por el cual, pacientes que antes no habían reparado en la importancia de participar reforzando su seguridad, tras la intervención educativa comienzan a comportarse como agentes sensibilizadores e implicadores, trasmitiendo esta información a sus familiares y las personas de su entorno.
  5. Otros hallazgos o información emergente. En esta categoría las autoras incorporan la información adicional que no deriva del guion elaborado para conducir las entrevistas ssmiestructuradas. Entre esta información sobresalen dos aspectos: 1/ el fenómeno de "agencia delegada", situaciones en las que el paciente no puede ejercer su agencia para participar activamente como barrera de seguridad y delega esta función en una persona de su confianza, generalmente un familiar o persona cuidadora; y 2/ la existencia de "zonas opacas", momentos o aspectos del proceso asistencial ocultos o innacesibles, en los que el paciente no puede participar de ningún modo.

Las autoras destacan que la capacidad del paciente para actuar como barrera de seguridad no es una cuota fija o estanca, sino que varía en función de las circunstancias personales y de salud de cada paciente (factores intrínsecos), y de las características de los profesionales y del contexto o ámbito asistencial (factores extrínsecos). Claramente determinada por el nivel de estudios, la capacidad para participar no es innata, sino que se adquiere. Y se puede adquirir de dos formas: de forma natural, con la experiencia como pacientes, o de forma inducida, mediante actividades o intervenciones educativas. La primera significa, generalmente, que algo ha ido mal, por lo que no es la manera más recomendable de aprender.

La información y la formación son imprescindibles como primer paso para la activación. Si los pacientes no disponen de información suficiente sobre su proceso, difícilmente podrán participar de forma efectiva y, por ello, esto requiere ser abordado. Debemos tener en cuenta, además, que dicha activación no siempre se traduce en participación efectiva, que el empoderamiento no se alcanza en todos los casos y, una vez alcanzado, no se mantiene estable, sino que fluctúa en función de los factores moduladores de la participación identificados en este estudio. Así, las autoras concluyen que conocer y tener en cuenta los factores que modulan la capacidad de participación de las y los pacientes nos permitirá ser más eficientes en el desarrollo de intervenciones enfocadas a potenciarla.

Entre las limitaciones del estudio destacan las siguientes: 1/ no se puede concluir acerca de las diferencias de género encontradas, y sus causas, por no estar diseñado el estudio para tal fin, 2/ a pesar de haber explorado los factores moduladores de la participación, no se ahonda en ellos, y 3/ debido a la duración del periodo de seguimiento de las personas participantes (entre 18 y 24 meses) no se han podido evaluar los posibles cambios, en el nivel de empoderamiento alcanzado, con el paso del tiempo. Las autoras ponen a disposición de los lectores sus hallazgos, limitaciones y reflexiones; aspectos, todos ellos, que interesa tener en cuenta de cara a futuras investigaciones.

Los resultados de este estudio son compatibles con los hallazgos de otras investigaciones, en las que se señala que las intervenciones más exitosas para involucrar a las y los pacientes en su seguridad son aquellas que: 

  • promueven un cambio de comportamiento y se implementan en entornos clínicos, 
  • se enfocan a ayudar a las y los pacientes a identificar problemas de seguridad y a tomar medidas específicas sobre aspectos que tienen que ver con su seguridad durante su proceso asistencial 
  • se dirigen a aspectos que no conlleven para las y los pacientes un comportamiento que pueda ser considerado por el personal médico sanitario como "conflictivo", y 
  • permiten a las y los pacientes aportar información retrospectiva sobre temas de calidad y seguridad (cuestionarios, encuestas, entrevistas, notificación de problemas, sugerencias de mejora).

Este artículo contribuye a aumentar el muy necesitado corpus de estudios sobre el empoderamiento para mejorar la seguridad del paciente. Con intervenciones como esta, de información y capacitación, las autoras abren camino para promover que las y los pacientes participen reforzando su seguridad durante la asistencia sanitaria. Y lo hacen en condiciones reales y desde el ámbio de la atención primaria.


+ info:

Añel Rodríguez RM, Aibar Remón C, Martín Rodríguez MD. La participación del paciente en su seguridad. Aten Primaria. 2021 Dec;53 Suppl 1(Suppl 1):102215. 

Añel Rodríguez RM. Desarrollo de una intervención educativa para activar a los pacientes en su seguridad. J Healthc Qual Res. 2019; 34(1):3-11.

Añel Rodríguez RM. La participación del paciente en su seguridad: propuesta metodológica para promover la agencia del paciente. 2018. Tesis de Máster. Archivo digital de docencia e investigación de la Universidad del País Vasco. Disponible en: https://ehu.on.worldcat.org/oclc/1364701226  

En este blog:

Añel Rodríguez RM. La implicación de la ciudadanía como clave de la campaña de Seguridad del Paciente de Osakidetza - 2018. Entrevista a Rosa Añel. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [2 de octubre de 2018; consultado 3 de septiembre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2018/10/la-implicacion-de-la-ciudadania-como.html

Añel Rodríguez RM. El paciente como barrera de seguridad. Entrevista a D.ª Rosa Mª Añel Rodríguez. Coordinación de Programas de Salud Pública y Seguridad del Paciente. Dirección de Asistencia Sanitaria, Osakidetza. Servicio Vasco de Salud. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [23 de mayo de 2019; consultado 3 de septiembre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2019/05/el-paciente-como-barrera-de-seguridad.html

Añel Rodríguez RM. La participación del paciente en su seguridad. Artículo especial publicado en la revista Atención Primaria.  [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [12 de enero de 2022; consultado 3 de septiembre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2022/01/la-participacion-del-paciente-en-su.html


Publicado por: María Luisa Torijano Casalengua

Cómo citar esta entrada:
Torijano Casalengua ML. Activación e implicación de los pacientes en su seguridad: claves para maximizar el éxito de las intervenciones dirigidas a incorporar a los pacientes como barrera. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [1 de octubre de 2024; consultado 1 de octubre de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2024/10/activacion-e-implicacion-de-los.html


"En busca del incidente perdido: profesionales revisando historias clínicas con la herramienta TriggerPrim®", mejor comunicación oral larga presentada en la XVI Jornada de Seguridad del Paciente en Atención Primaria. Entrevista a D. Gerardo Garzón González, médico de familia

Gerardo Garzón González es médico de familia y trabaja como técnico de calidad en la Gerencia Asistencial de Atención Primaria del Servicio Madrileño de Salud. El pasado martes 11 de junio participó en la XVI Jornada de Seguridad del Paciente en Atención Primaria, donde obtuvo el premio Fernando Palacio a la mejor comunicación oral larga, con el trabajo titulado "En busca del incidente perdido: profesionales revisando historias clínicas con la herramienta TriggerPrim®". 

Hemos querido entrevistarle para que nos explique con detalle los aspectos más relevantes de su intervención, y hacer llegar esta información a nuestros lectores.

Sano y salvo: ¿Cuál es su opinión sobre la temática planteada este año para la jornada de seguridad del paciente en atención primaria, "El papel activo del paciente. Juntos por una atención segura”?

Gerardo Garzón: Creo que se han dado muchos pasos en este sentido, pero que, así y todo, sigue siendo una asignatura pendiente ayudar al paciente a implicarse en su seguridad y, sobre todo, ser receptivos a que el paciente ejerza de última barrera a una cadena de errores y nos señale la posibilidad de un fallo en la atención. Si un paciente activo nos pregunta antes de tocarle si hemos realizado la higiene de manos…¿nuestra primera reacción es agradecerle que trate de participar como barrera y corregir nuestra actitud o no?

S. y s.: ¿Podría comentarnos cuál ha sido el núcleo de su exposición?

G. G.: Se trata de una experiencia consistente en que médicos de familia y enfermeras de atención primaria revisan, de forma habitual, las historias clínicas con la ayuda de la herramienta TriggerPrim®, buscando incidentes de seguridad con daño y aprendiendo de ellos para evitar que se repitan. La experiencia que se inició hace año y medio (se ha realizado durante cuatro trimestres) está siendo muy positiva y se está extendiendo progresivamente en mancha de aceite “acelerada”.

S. y s.: ¿Qué mensajes clave le gustaría transmitir a los profesionales de atención primaria, en relación con su trabajo, para lograr un impacto real en la seguridad del paciente, en relación con el trabajo en equipo en el día a día, en nuestras consultas y en la relación con los pacientes?

G. G.: Para evitar que se repitan los mismos fallos tenemos que cambiar nuestra forma de actuar: si siempre hacemos lo que siempre hicimos, siempre obtendremos lo que siempre obtuvimos. Revisando historias en busca de incidentes de seguridad, “sorprende lo que ves”. Los revisores se sensibilizan de forma muy potente. Se trata de una vivencia que produce cambios de actuación de forma inmediata, en su práctica diaria.

La revisión de historias es un método complementario a los sistemas de notificación voluntaria de incidentes, para identificarlos, aprender de ellos y mejorar. Con herramientas que lo faciliten, como es en nuestro caso, con un conjunto reducido de "gatillos o indicios" de alto rendimiento (que conforman la herramienta TriggerPrim®), la revisión de historias clínicas para identificar eventos adversos es factible y útil. Esta aplicación de la metodología "trigger tool" consiste precisamente en esto: se basa en la identificación electrónica, en historias clínicas tomadas al azar, de ciertas pistas que nos indican que es muy probable que haya ocurrido un evento adverso, y buscarlo, revisando solo las historias que tienen estas pistas.

Premio Fernando Palacio a la mejor comunicación oral larga. XVI Jornada de Seguridad del Paciente en Atención Primaria. Madrid, 11 de junio de 2024


S. y s.: ¿Dónde podemos encontrar más información sobre el área de conocimiento tratada en vuestra comunicación? 

G. G.: Sobre la metodología para revisar historias clínicas con trigger tool en atención primaria, quizá la Guía Práctica del National Health Service (NHS) es el gold standard: The Primary Care Trigger Tool: Practical Guidance.

Experiencias extensas de uso habitual, solo conocemos la experiencia de Escocia: Implementation of the trigger review method in Scottish general practices: patient safety outcomes and potential for quality improvement.

Y para consultar la información detallada sobre el conjunto reducido y validado de trigger que nosotros hemos utilizado: Validation of a Reduced Set of High-Performance Triggers for Identifying Patient Safety Incidents with Harm in Primary Care: TriggerPrim Project.


+ info
Primary care trigger tool: practical guidance for GP teams. 2010. Scotland: NHS Education for Scotland (NES).

Publicado por Sano y salvo

Como citar esta entrada:
"En busca del incidente perdido: profesionales revisando historias clínicas con la herramienta TriggerPrim®", mejor comunicación oral larga presentada en la XVI Jornada de Seguridad del Paciente en Atención Primaria. Entrevista a D. Gerardo Garzón González, médico de familia. [Internet]. Sano y Salvo. Blog de seguridad del paciente en atención primaria. [28 de junio de 2024; consultado 28 de junio de 2024]. Disponible en: https://sano-y-salvo.blogspot.com/2024/06/en-busca-del-incidente-perdido.html