La Estrategia de Vacunación frente a la COVID-19 en España, publicada el 2 de diciembre de 2020, priorizó a 4 grupos de población para recibir las primeras dosis disponibles de vacunas frente a la COVID-19:
- Internos y personal sanitario y sociosanitario en residencias de personas mayores o con discapacidad.
- Personal sanitario de primera línea.
- Otro personal sanitario y sociosanitario.
- Personas con discapacidad que requieren intensas medidas de apoyo para desarrollar su vida (grandes dependientes no institucionalizados).
Esta estrategia se viene desarrollando, no sin dificultades, y ya ha avanzado en los tres primeros grupos priorizados.
Las personas del cuarto grupo, con gran discapacidad no institucionalizadas, deben ser
vacunadas en sus domicilios. La estrategia de vacunación y sus sucesivas
actualizaciones puntualiza que en este cuarto grupo se incluyen los pacientes
con reconocimiento del grado III de dependencia, según la Ley 39/2006, y aquéllos que lo hubieran solicitado, pero aún no lo tengan
reconocido y lo acrediten médicamente.
La segunda
actualización de la estrategia marca que las personas que trabajan, de forma profesional, en el cuidado de los grandes
dependientes no institucionalizados, serán vacunadas en la misma visita en la que se vacune al paciente.
Vacunar a este cuarto grupo de personas en la primera fase
supondrá, sin duda, un importante reto de planificación y organización.
El primer reto es definir de forma clara quiénes son las
personas incluidas en este grupo. Según datos del IMSERSO, en España tienen
reconocido el nivel III de dependencia 376.559 personas. Además, otras 141.000
lo tienen solicitado pero aún no han sido evaluadas, estimando que a alrededor
de 31.000 se les reconocerá.
Los médicos y las enfermeras de
familia atienden cada día a estos pacientes vulnerables en sus hogares. De manera continuada se programan visitas a domicilio, bien sea para identificar riesgos,
para proveer cuidados o para recibir información, resolver dudas y planificar la atención con los pacientes y sus cuidadoras, familiares o contratadas. En atención primaria, cada enfermera y cada
médico conocen de forma clara qué pacientes forman parte de este grupo, tengan
o no reconocido su nivel III de dependencia, y quién les cuida. No en vano, los informes que se
aportan para solicitar estas prestaciones son realizados por las enfermeras y
médicos de familia de los centros de salud.
Los cuidados a estos pacientes se realizan en su mayoría por
familiares convivientes, mujeres habitualmente, más que por personas
contratadas. Más testimonial aún es la posibilidad de que estos cuidados se lleven
a cabo por “personas que ejercen un trabajo de forma profesional” tal como
marca la última actualización de la estrategia.
Dejar al margen y sin vacunar en esta fase a las cuidadoras
de estos pacientes, formales o informales, familiares o contratadas, es un
error. Igual que al personal de las residencias, a las cuidadoras directas de
los grandes dependientes habría que vacunarlas. Y lo lógico es hacerlo al mismo tiempo que al paciente dependiente, como se ha hecho con el personal de las residencias. El riesgo lo define la dedicación al cuidado de los grandes dependientes, no el contrato. Al hablar de riesgo, en este caso, hablamos del riesgo de que las cuidadoras se infecten y contagien al dependiente, pero también de que por el aislamiento o por la enfermedad no puedan proporcionar
los cuidados de los que dependen las personas a su cargo.
Por tanto, si queremos tener un listado ajustado de
pacientes vulnerables y dependientes no institucionalizados y de sus cuidadoras,
se debería preguntar a los profesionales de los centros de salud.
El siguiente reto al que nos enfrentaremos al vacunar a este
grupo de pacientes será hacerles llegar las vacunas de forma segura.
Las vacunas disponibles actualmente, de los laboratorios
Pfizer y Moderna, han de conservarse a muy bajas temperaturas y son extremadamente
inestables. Ambas se presentan en viales multidosis (6 para la de
Pfizer y 10 para la de Moderna). Además, la vacuna de Pfizer debe ser
reconstituida con suero fisiológico antes de obtener las 6 dosis disponibles en
cada vial. Ambas vacunas, una vez sacadas de los refrigeradores, deben
utilizarse en el plazo de 6 horas para la de Pfizer y de 12 horas para la de
Moderna.
Por tanto, debe planificarse muy bien cómo se realiza este
proceso de vacunación. Deberán establecerse grupos de pacientes con domicilios
cercanos donde los equipos de vacunación puedan trasladarse caminando y no
supongan grandes distancias, para minimizar el tiempo que transcurra una vez reconstituidas las vacunas. Deberemos agrupar domicilios cercanos que permitan vacunar a 6 o 10 personas, dependiendo de la vacuna que se
utilice. Obviamente, en las grandes ciudades, este problema sea un mal menor
que solo exija un correcto mapeo de los domicilios, pero será una dificultad mucho mayor en
poblaciones pequeñas o de difícil acceso, en ámbitos
rurales.
Y todo esto en el menor tiempo posible. No es fácil
establecer el tiempo que precisará la vacunación en cada domicilio teniendo en
cuenta los desplazamientos, la preparación de cada vacuna y el tiempo
prudencial que se deberá permanecer en el domicilio por si surgieran
complicaciones inmediatas. Pero hemos de tener en cuenta que el tiempo de los
profesionales es limitado y la atención primaria se encuentra sobrecargada
desde el inicio de la pandemia y no ha sido convenientemente reforzada. Además
de vacunar a esta población, hay que seguir atendiendo las necesidades de
cuidados del resto de pacientes, así como otras necesidades de estos mismos pacientes.
A cada domicilio, para poder ejecutar el proceso con calidad
y seguridad, asegurando el correcto registro, la preparación y administración
de la vacuna, deberán desplazarse al menos dos enfermeras. Ambas deben contar con
actualización y pericia en el abordaje de posibles complicaciones graves
inmediatas tras la vacunación. Obviamente, se deberá contar en el domicilio con
la medicación y material para tratar estas posibles complicaciones.
Teniendo en cuenta todos estas consideraciones, hay que valorar si la vacunación de este grupo de pacientes y sus cuidadoras, mientras no se disponga de otras vacunas más estables y con otra presentación, sería conveniente que la realizasen equipos específicos integrados por enfermeras de familia de los equipos de atención primaria, procediendo a una reestructuración de la actividad de los centros de salud y reforzándolos, para no deteriorar la atención de otros procesos y otros pacientes. En la medida de lo posible y para no quebrar la longitudinalidad de la atención, habría que procurar que los domicilios asignados a cada equipo coincida lo más ampliamente posible con los que sus miembros suelen visitar por tener asignados. Otra posibilidad sería contratar y formar enfermeras para este cometido específico, y que a cada una de estas profesionales especializadas le acompañara la que tiene asignados los pacientes a vacunar.
La disponibilidad de recursos materiales y humanos, así como las peculiaridades de cada zona y cada equipo de salud, condicionarán la selección del modelo más adecuado para llevar adelante la vacunación a domicilio. Siempre teniendo en cuenta la importancia de la seguridad, que incluye factores técnicos pero también que se realice por profesionales que conocen a los pacientes y a sus cuidadoras.
Publicado por Juan José Jurado
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