Hace un año hicimos referencia en este blog al Palmarès 2008 de la revista Prescrire.
En el Palmarès 2009 de nuevo quedaron desiertas las categorías principales “Pilule d'Or” y “Tableau d´honneur”, atribuidas a aquellas novedades terapéuticas que constituirían un progreso decisivo para el tratamiento de determinada patología, bien por ser más eficaces que los medicamentos ya conocidos o bien por presentar menor incidencia o gravedad de efectos adversos, a igualdad de eficacia.
El anuncio de estos resultados tuvo lugar en París en enero de 2010 y estuvo precedido de una mesa redonda sobre el conocimiento de los efectos adversos de los medicamentos.
Como conferenciante participó, entre otros, Joan-Ramon Laporte, Director de la Fundación Instituto Catalán de Farmacología. Prescrire ha publicado su interesante intervención.
Laporte destaca la magnitud y gravedad de los efectos adversos a los medicamentos que constituyen una de las primeras causas de morbimortalidad en países desarrollados y, por tanto, el papel clave de la Farmacovigilancia para la Salud Pública.
Farmacovigilancia que, hasta ahora, depende en gran medida de las notificaciones espontáneas de reacciones adversas por parte de profesionales de la salud. Notificaciones necesarias pero insuficientes, pues dependen a su vez de la motivación de los profesionales y de las ayudas que pueden recibir en cuanto a formación, conocimiento y participación en los sistemas de notificación.
Los profesionales notificarían fundamentalmente los sucesos raros y nuevos, pues llaman más su atención. Estrategias de farmacovigilancia más proactiva permitirían llevar a cabo estudios observacionales y meta-análisis para conocer los efectos de medicamentos utilizados de forma habitual en el tratamiento de patologías comunes. Así ha ocurrido en el caso de sustancias como AINEs, ISRS, neurolépticos en demencia, ezetimiba, glitazonas, bifosfonatos, por citar algunos de los referenciados en el artículo.
En lo que concierne a los profesionales sanitarios Laporte hace referencia también a que la prevención de los efectos adversos precisa de una prescripción más racional, y para ello de una formación continuada independiente y de calidad.
Respecto al papel de las autoridades sanitarias destacar la recomendación de la exigencia por parte de las mismas de que los nuevos medicamentos demuestren aportar un progreso terapéutico, ser más eficaces o ser más seguros que los medicamentos de referencia, para poder obtener su comercialización.
Las autoridades deberían obrar con total independencia y exigir transparencia a las firmas farmacéuticas, que pueden llegar a maquillar e incluso a ocultar datos acerca de sus estudios, para no interferir con las ventas de sus productos.
Resulta realmente inquietante leer los datos y las reflexiones de Laporte acerca de las propuestas de la Comisión Europea en materia de farmacovigilancia que “parecen haber sido elaboradas para garantizar la salud de los productos por encima de la salud de los ciudadanos“.
Publicado por Marian López Orive
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