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11 octubre, 2012

Sobre la cultura de seguridad en un servicio de salud


En el número de septiembre de la Revista de Calidad Asistencial se acaba de publicar una carta al director que recoge un estudio realizado en el año 2008 en el Servicio de Salud de Castilla La Mancha encaminado a conocer si la cultura de seguridad del paciente estaba presente entre sus trabajadores. Consistió en preguntar a sus profesionales —tanto de atención primaria como de atención especializada— sobre los conocimientos, actitudes y conductas relacionadas con la seguridad del paciente. Las preguntas estaban formuladas de acuerdo al conocimiento existente en ese momento sobre esta cuestión.

La mitad de los profesionales encuestados desconocían el valor de la frecuencia estimada de eventos adversos en los hospitales y un 90% la frecuencia en atención primaria. Sólo un 40% consideraban que los fallos de comunicación influían en la frecuencia de eventos adversos. Los profesionales hospitalarios fueron más conscientes de que una inadecuada coordinación entre niveles asistenciales (p < 0,006) y los fallos de comunicación en el equipo (p < 0,004) son causa probable de eventos adversos. Quienes habían realizado algún curso de formación sobre seguridad del paciente contestaron con mayor acierto a las preguntas sobre prevalencia de eventos adversos en los hospitales (p < 0,031) y a si los fallos de comunicación eran causa de éstos (p < 0,014).

Una amplia mayoría consideró que las sanciones no contribuirían a una mayor seguridad y que, en cambio, sería necesario mejorar la comunicación con el paciente para aumentar la seguridad. Según estos datos, 8 de cada 10 profesionales informarían al paciente de que ha sufrido un evento adverso. La mayoría contestaron que tenían el hábito de preguntar al paciente si tomaba algún otro medicamento, que ofrecían alternativas terapéuticas y que facilitaban a los pacientes que pudieran preguntarles sus dudas. Los profesionales de atención primaria consideraron más probable que los eventos adversos se debieran, parcialmente, a que el paciente no siguiera sus instrucciones (p < 0,012).

Tratándose de un trabajo realizado por profesionales pertenecientes, en parte, a los servicios centrales del servicio de salud, es necesario tener presente un posible sesgo de deseabilidad social cuando se pregunta a los profesionales asistenciales. Este sesgo podría afectar a los ítems relacionados con el desempeño (actitudes o comportamientos) pero no a los ítems relacionados con los conocimientos, previos a las actitudes, y también a los comportamientos, que son más difíciles de modificar.

Como conclusión creemos preciso destacar que todos los profesionales deberían conocer y poder analizar, en los distintos niveles asistenciales, lo que supone un evento adverso y sus potenciales causas. Esto es lo más importante para lograr su evitabilidad y por ello, tenemos que seguir insistiendo en la difusión de esta cultura, en la formación y en la información.

Indudablemente queda mucho camino por recorrer para que podamos hablar sin reparos de eventos adversos y de sus errores asociados, si existen, pero tampoco partimos de cero. Somos ya muchos, cada vez más, los que ya hablamos de ello.


Publicado por María Luisa Torijano

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