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20 julio, 2020

Inquietudes y necesidades de los pacientes en el contexto de la crisis sanitaria por COVID-19. Entrevista a Rosa Añel, ponente en el seminario web con este título que reunió a profesionales y pacientes

Bajo el lema “Inquietudes y dudas de los pacientes en la situación COVID actual”, pacientes y profesionales se reunieron el pasado 1 de julio para reflexionar sobre el impacto de la pandemia en los pacientes más vulnerables. Hablamos con Rosa Añel, médica de familia e integrante del Grupo de Trabajo de Seguridad del Paciente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC) que publica este blog. Rosa Añel participó como ponente en el mencionado seminario web, junto a la presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) y profesionales de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH).
Sano y salvo (S. y s.): ¿Qué impacto ha tenido esta pandemia en la salud de los pacientes?
Rosa Añel (R. A.): Aunque a día de hoy todavía no hemos terminado de ver las consecuencias de la pandemia, el impacto en la salud de la población está siendo desigual. Como en cualquier crisis, las consecuencias son más graves para las personas más vulnerables, ya sea porque su estado de salud es más frágil -personas mayores, pacientes con una o varias enfermedades crónicas, polimedicados, en cuidados paliativos, en diálisis, con problemas de salud mental, etc- o porque su situación socioeconómica es más delicada -personas en situación de precariedad laboral o económica, que viven solas, víctimas de maltrato, etc-. Las personas más vulnerables a la COVID son también las más vulnerables a la situación POSTCOVID, porque se encuentran en una posición de desventaja, y disponen de menos recursos para afrontar la pandemia y sus consecuencias.
S. y s.: ¿Cuáles han sido los motivos de consulta más frecuentes en Atención Primaria durante la pandemia?
R. A.Al principio los pacientes demandaron sobre todo información, medidas para evitar el contagio y consejos e indicaciones sobre qué hacer en caso de presentar síntomas de la enfermedad. Consultaban por síntomas de ansiedad (insomnio, irritabilidad, dolor de cabeza, palpitaciones) y dudas sobre qué enfermedades suponían un riesgo especial para contraer o superar la COVID-19, si podían o no acudir a su puesto de trabajo y en qué condiciones. Muchas veces eran personas cuidadoras con temor a contagiarse y a contagiar, solicitando consejo y recomendaciones de todo tipo, desde indicaciones para limpieza y desinfección de superficies y utensilios, hasta cuestiones más específicas relativas a la conveniencia o no de continuar tomando determinados medicamentos. El exceso de información en los medios de comunicación, a veces contradictoria, ha generado muchas dudas e incertidumbre, provocando desinformación y miedo.
Después llegó la avalancha de pacientes con infecciones respiratorias, algunas por coronavirus y otras por otros virus o bacterias, pero en todos los casos teníamos que hacer un diagnóstico de sospecha o clínico, porque no disponíamos de las pruebas de las que disponemos ahora. También empezamos a atender problemas de salud, físicos y/o psíquicos, derivados de las modificaciones del estilo de vida durante el confinamiento. Me refiero al deterioro del estado físico por la falta de ejercicio físico, con debilidad muscular, caídas, problemas de circulación, … Todo esto, añadido a las transgresiones dietéticas, ha motivado problemas digestivos, estreñimiento, descontrol de enfermedades como diabetes, hipertensión, etc. Hemos atendido cuadros de desorientación en personas mayores sin deterioro cognitivo previo, y hemos visto problemas crónicos de salud mental que se han descompensado. La carga de trabajo derivada del seguimiento y gestión de las necesidades de los casos de enfermedad, de los contactos de casos, y de personas con condicionantes de especial vulnerabilidad para la COVID-19, ha sido y está siendo enorme, tanto en lo puramente asistencial como en cuanto a tareas de carácter administrativo (informes, trámites de baja laboral, …). 
Actualmente estamos viendo las consecuencias de la pandemia: secuelas de la propia enfermedad, físicas y psíquicas; síntomas psicológicos y alteraciones psicosomáticas relacionadas con problemas laborales y económicos; problemas de salud derivados del aislamiento o confinamiento preventivo, enfermedades crónicas descompensadas y problemas de salud agudos atendidos tardíamente. Durante varios meses una sola enfermedad ha eclipsado a todas las demás, que seguían estando ahí, y ahora estamos empezando a ver las consecuencias.
S. y s.: ¿Cómo ha respondido el sistema sanitario a esta crisis?
R. A.:  La COVID-19 ha irrumpido como un tsunami desmantelando el modelo consolidado de gestión de la demanda, tanto en Atención Primaria como en el ámbito hospitalario. Los profesionales hemos tenido que improvisar sobre la marcha, sin tiempo para la planificación, reorganizando la asistencia de un día para otro, con dos circuitos de atención diferenciados, “COVID” y “no COVID”.  El modelo de atención ha sufrido un giro radical, priorizando la atención presencial “COVID” y potenciando la atención telefónica para “no COVID”, en un intento de reducir el riesgo de contagio de pacientes y profesionales. Se ha invertido la relación entre “atención presencial”, que antes ocupaba la mayor parte de nuestra jornada laboral, y “atención no presencial”, fundamentalmente telefónica. En general el sistema ha respondido de forma satisfactoria a esta crisis sanitaria, a costa del esfuerzo de los profesionales y de la colaboración y comprensión de los pacientes.
S. y s.: ¿Cuáles han sido las principales dificultades para los profesionales de Atención Primaria?
R. A.: El desconocimiento de esta nueva enfermedad, junto a la falta de equipos de protección individual y de pruebas diagnósticas han sido las principales dificultades. También la necesidad de readaptación continua a los cambios que iban surgiendo. En una misma semana hemos llegado a recibir hasta tres protocolos de actuación diferentes, a veces con indicaciones contradictorias o imposibles de poner en práctica. La falta de evidencia en las recomendaciones y su rápida caducidad nos han generado mucho estrés. Aunque los profesionales de Atención Primaria estamos acostumbrados a lidiar con la incertidumbre, nunca antes nos habíamos enfrentado a algo parecido. Hay que tener en cuenta que Atención Primaria es la base del sistema: habitualmente soporta y resuelve más del 80% de los problemas de salud, y también ahora durante la pandemia. Nuestra sobrecarga de trabajo está siendo brutal.

S. y s.: ¿Cómo crees que va a ser la atención a partir de ahora?

R. A.: Estamos intentando adaptarnos a la “nueva normalidad”, sin saber aún qué va a suponer para pacientes y profesionales. De momento siguen vigentes las directrices organizativas y asistenciales de mantener dos flujos de atención diferenciados, “COVID” y “no COVID”, y realizar un triaje telefónico para determinar qué pacientes precisan atención presencial. Somos conscientes de que la atención telefónica aporta algunas ventajas, pero también tiene sus riesgos; riesgos que debemos identificar y abordar lo antes posible para evitar que terminen perjudicando a los pacientes. Creo que es el momento de buscar nuevas formas de organización, un modelo asistencial basado en el equilibrio entre la atención presencial y no presencial, y en la utilización efectiva de los recursos disponibles y de las nuevas tecnologías, con una buena coordinación entre diferentes niveles asistenciales y siempre implicando al paciente y a las personas de su entorno en el proceso asistencial. A la hora de potenciar el uso de las nuevas tecnologías y la atención no presencial, debemos tener presentes algunos problemas añadidos que no podemos obviar: que, en general, los pacientes más frágiles son víctimas de la brecha digital bien por su edad, por la soledad o por su situación socioeconómica, y que el desarrollo presente y futuro de la atención no presencial dificulta la accesibilidad en general, y más para estos pacientes.

S. y s: ¿Qué factores crees que han contribuido a la sensación de falta de asistencia que han percibido algunos pacientes con enfermedades crónicas?

R. A.: Nuestro sistema de salud está muy bien diseñado para abordar y resolver problemas agudos de salud, pero es menos resolutivo en la atención a enfermedades crónicas. Los pacientes, especialmente los que tienen una o varias enfermedades crónicas, echan en falta una atención integral y coordinada por parte de los distintos niveles asistenciales. Esto ya sucedía en la era PRECOVID, pero ahora se ha notado aún más. La pandemia ha puesto en evidencia las debilidades del sistema. Un sistema en el que la mayoría de los recursos se destinan a la asistencia hospitalaria, en perjuicio del desarrollo de programas de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, que debieran ser la base, con una Atención Primaria capacitada y un sistema de gestión de Salud Pública robusto, para resolver en primera instancia y mediante una atención cercana la mayor parte de los problemas de salud.
Sabemos que la crisis sanitaria afecta más a los pacientes más enfermos, y que éstos no son los que más atención demandan. Tenemos un problema circular: quienes demandan atención no son los que más nos necesitan, pero nos ocupan la mayor parte del tiempo. Es lo que se conoce como “Ley de cuidados inversos”, y en el ámbito sanitario conlleva que la mayoría de los recursos se destinen a quienes menos los necesitan. Durante estos meses las personas más vulnerables han evitado consultar, por temor a contagiarse. Sus necesidades de salud han quedado, en cierto modo, desatendidas. Ahora estamos trabajando de forma proactiva: si los pacientes que más nos necesitan no vienen a nosotros, nosotros contactamos con ellos. Y lo hacemos aprovechando una de nuestras principales fortalezas: que les conocemos. Conocemos qué enfermedades tienen, que medicamentos toman, que controles necesitan, con quién viven, quien les cuida, etc. Este conocimiento nos permite detectar y prevenir situaciones de riesgo y realizar un abordaje personalizado en cada caso. Pero para esto necesitamos tiempo. En Atención Primaria nuestro principal recurso, y herramienta terapéutica, es el tiempo. Por eso reivindicamos la desburocratización de las consultas médicas y de enfermería, que nos descarguen de tareas y gestiones administrativas, para poder emplear nuestro tiempo en lo que realmente aporta valor. Trabajar cada vez más de forma proactiva y menos "a demanda".

S. y s.: ¿Qué destacarías de este encuentro?

R. A.: En primer lugar, destacaría que los seminarios web como éste son un buen ejemplo de utilización efectiva de las nuevas tecnologías. Nos ha permitido compartir experiencias y opiniones, emitidas desde diferentes áreas de conocimiento con un interés común: la salud. No cabe duda de que la mejor forma de abordar cualquier problema relacionado con la atención sanitaria pasa por iluminar las zonas oscuras, desde diferentes perspectivas y áreas de conocimiento. Aunque todos los participantes han realizado aportaciones muy valiosas, la exposición de la situación en la que se han encontrado los pacientes con enfermedades crónicas durante la pandemia, realizada por Carina, me ha parecido brillante. Con su intervención, la presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes ha dado voz a los más frágiles, transmitiéndonos sus inquietudes y necesidades en el contexto de la pandemia. Ahora es el momento de que gestores y políticos, con capacidad ejecutiva, recojan estas necesidades y propuestas de mejora y las incorporen al sistema.

+ Info:

Informe para la reconstrucción del sistema sanitario y social. Plataforma de Organizaciones de Pacientes. Junio 2020

Publicado por Sano y Salvo

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