Sin embargo, las consecuencias de los eventos adversos van más allá del impacto en las primeras y segundas víctimas. Tal y como explica Jesús Palacio en otra entrada de este blog, los eventos adversos tienen un efecto dominó cuyo verdadero alcance aún estamos descubriendo. Así, en los últimos años se ha ampliado el concepto de segundas víctimas a las personas cuidadoras y han aparecido otros conceptos, como son las terceras y las cuartas víctimas.
El término terceras víctimas se utiliza para referirse a la organización sanitaria en la que se produce el evento adverso, cuyo prestigio puede quedar dañado por los hechos y que puede enfrentarse a indemnizaciones o sanciones como consecuencia. Pero en este artículo publicado en Journal of Patient Safety and Risk Management se llama también terceras víctimas a los profesionales que se encargan de analizar las causas de los eventos y proponer medidas de mejora para evitar su repetición. Es un enfoque novedoso que pone de relieve el impacto de la exposición indirecta al evento adverso, destacando la situación en la que se encuentran las personas expertas en seguridad del paciente, gestores de riesgos, técnicos de calidad, responsables de comunicación que se encargan de informar a los medios en caso de eventos centinela e incluso aquellos profesionales sanitarios que, a raíz del evento adverso, toman conciencia de los riesgos a los que están expuestos en su puesto de trabajo. Cualquiera de estas personas, cuando experimentan síntomas y signos de afectación emocional aguda o síndrome de estrés postraumático, se convierten en terceras víctimas. Además, los autores aportan información sobre los factores estresantes que llevan a los profesionales a ser víctimas indirectas de la situación, las fuentes y tipos de daño, y las acciones para evitar o mitigar estas situaciones.
Aunque no es de esperar que esta ampliación del término terceras víctimas sustituya al habitual que hace referencia a las instituciones, el artículo de Holden y Card señala por primera vez la vulnerabilidad de un colectivo, el de los que trabajan en la mejora de la seguridad del paciente, y la necesidad de investigar también, tras un evento adverso, su impacto en estos profesionales. Desde el punto de vista de la taxonomía, también podemos considerarlos segundas víctimas “indirectas”, para distinguirlos de las segundas víctimas “directas” que son los profesionales asistenciales involucrados en el evento adverso.
El término cuartas víctimas se ha utilizado para definir a los futuros pacientes de un profesional que es o ha sido segunda víctima, debido al desgaste profesional que esta situación conlleva, con aumento del riesgo de cometer nuevos errores, o porque su competencia se deteriora y adopta una medicina defensiva, que es más cara, de peor calidad y menos segura. También se ha asignado a las personas del entorno personal y familiar de la segunda víctima.
Lo que parece cada vez más claro es que nada ni nadie está libre de ser víctima de los eventos adversos: los daños asociados a la asistencia sanitaria se difunden dentro y fuera de las organizaciones como las ondas en el agua de un estanque al que ha caído una piedra.
Sería conveniente, por otra parte, que la OMS introdujera en su taxonomía de seguridad del paciente las definiciones de los diferentes niveles de víctimas que pueden producirse cuando la primera, el paciente, sufre un daño relacionado con la atención recibida. El abordaje de los eventos adversos, aunque centrado en el paciente, debe abarcar, para intentar paliar sus efectos, a todos los posibles afectados.
+ info:
Holden, Julie, and Alan J. Card. Patient Safety Professionals as the Third Victims of Adverse Events. Journal of Patient Safety and Risk Management, vol. 24, no. 4, Aug. 2019, pp. 166–175, doi:10.1177/2516043519850914.
Ver en este blog:
Primeras, segundas, terceras, cuartas víctimas: es hora de parar el efecto dominó de los eventos adversos que sufren los pacientes en los profesionales y las organizaciones sanitarias
Publicado por Rosa Añel Rodríguez
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