La revista Atención Primaria ha publicado un artículo titulado Medicalización de la vida. «Etiquetas de enfermedad: todo un negocio», un asunto que hemos tratado anteriormente en este blog pero sobre el que conviene volver por sus implicaciones de todo tipo, incluida la seguridad de los pacientes.
A pesar de que tenemos uno de los precios por fármaco más bajos de Europa, España es uno de los países con mayor factura farmacéutica debido
a su gran consumo de medicamentos. Este exceso se ha convertido en la
verdadera epidemia del siglo XXI, una pandemia difícil de erradicar al
llevar implícitos múltiples factores etiológicos.
Una
de las principales razones de este gran consumo de medicamentos es lo
que llamamos medicalización, un proceso mediante el cual eventos de la
vida cotidiana se convierten en problemas médicos susceptibles de ser
estudiados y tratados. Algunos ejemplos de esta medicalización son la
astenia primaveral, el duelo, la timidez o cambios fisiológicos como la
adolescencia o la menopausia.
La percepción de salud y
bienestar de la comunidad ha ido cambiando a lo largo de los años. La
sociedad actual percibe peor su propia salud, tiene una nula tolerancia
al sufrimiento y unas expectativas irreales sobre la tecnificación o
los avances de la medicina, hechos ambos que contribuyen a generar una
demanda excesiva de los servicios de salud. Los profesionales
sanitarios tienden a asignar una etiqueta de enfermedad a estos eventos
vitales, y a indicar pruebas diagnósticas y tratamientos médicos. Si a
todo ello se suma la falta de tiempo en consulta para abordar estas
demandas o la falta de formación en determinadas áreas, la
medicalización acaba por formar parte de la práctica médica diaria.
Discernir entre personas sanas y enfermas, hoy en día, es todo un reto.
Los
medios de comunicación suelen reafirmar con su información -o
seudoinformación- esas creencias y expectativas de la sociedad,
fomentando la idea errónea de que la medicina es una ciencia exacta y
cualquier proceso médico es susceptible de ser tratado y resuelto. Las
instituciones político-sanitarias no contribuyen a erradicar estas
creencias sino que incluso las fomentan en aras de su mejor valoración
social, ofreciendo a la población servicios para abordar
no-enfermedades como la adolescencia o la menopausia.
La
industria farmacéutica tiene como lógico objetivo obtener los mayores
beneficios de la venta de sus medicamentos. Una de sus estrategias es
la llamada “Disease Mongering”, consistente en la promoción y difusión
de enfermedades ficticias o inventadas, definiendo incluso sus límites
y criterios diagnósticos. Una vez creada se establecen, claro, unos
criterios de tratamiento. Algunos ejemplos de este tipo de estrategia
la tenemos en nuevos males como la calvicie (un proceso normal
convertido en enfermedad), la fobia social (un problema médico
subdiagnosticado), la osteoporosis o el colesterol (un factor de riesgo
convertido en enfermedad) o la disfunción eréctil (rangos de prevalencia
amplificados para maximizar un problema médico). Una vez el nuevo
fármaco es lanzado al mercado se pone en marcha una campaña de
marketing que suele involucrar a revistas médicas, investigadores,
líderes de opinión, médicos, periodistas, sociedades científicas y
asociaciones de pacientes para crear conciencia sobre la importancia de
esta enfermedad y por tanto de la necesidad de ser tratada con ese medicamento.
Cerecedo Pérez MJ, Tovar Bobo M, Rozadilla Arias A. Medicalización de la vida. Etiquetas de enfermedad: todo un negocio. Aten Primaria 2013; 45(8): 434-8.
Publicado por Txema Coll Benejam
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