Contratos de gestión y seguridad del paciente: entrevista a Carlos Campillo

Los contratos de gestión de los servicios públicos de salud españoles recogen cada ejercicio los objetivos, actividades, presupuesto asignado e indicadores de evaluación de los servicios que se prestan a los usuarios. La seguridad del paciente se ha ido introduciendo en los últimos años, con mayor o menor acierto, en estas herramientas de gestión.

Entrevistamos a Carlos Campillo, que trabaja en evaluación clínica de servicios y políticas de salud en el Servicio de Salud de Baleares y ha publicado en la Revista de Calidad Asistencial un interesante artículo sobre el tema.

Sano y salvo: ¿Cómo se puede introducir la seguridad del paciente en los contratos de gestión?

Carlos Campillo: Digamos, en síntesis y preferiblemente, que se debe introducir conociendo sus fundamentos y su situación en los centros asistenciales. Disponiendo de los recursos necesarios para implantar, seguir y evaluar las actuaciones previstas en ellos: sistemas de información fiables, financiación suficiente, fungible, capacidad para formar e informar, reglas de juego claras, incentivos, no sólo dinero…). Ajustando objetivos a esos recursos disponibles (evitando mimetismos compulsivos y que nuestros deseos superen nuestras posibilidades). Considerando, en el conjunto de un servicio de salud, la heterogeneidad entre centros respecto a su conocimiento, “cultura”, práctica asistencial y experiencia previa en seguridad, y la existencia o no de liderazgo clínico. Previendo la viabilidad de las medidas y que los problemas de seguridad, por ser complejos, exigen soluciones complejas: incidir simultáneamente en distintos eslabones de su cadena causal y factores asociados (practicas asentadas, formación, comportamientos, rendimiento de cuentas, conflictos de interés, statu quo…). Las acciones aisladas apenas sirven. Priorizando objetivos e intervenciones con criterios de efectividad (que a veces se da prematuramente por sentada) y eficiencia. Cuando hagamos algo nuevo garanticemos que su beneficio en salud sea incremental respecto a lo que habitualmente hacemos y su coste responda a ello. Creámonos definitivamente que, al hacerlo, algo debemos dejar de hacer (procuremos que sea menos coste-efectivo que lo nuevo); los recursos son limitados y la morbimortalidad y el gasto evitables no son desdeñables. Países más ricos lo hacen. Ya vemos cómo andan nuestra solvencia y sostenibilidad.

S. y S.: ¿Qué sugerencias podrías hacer para evitar errores al vincular los contratos de gestión con indicadores y sistemas de información o notificación de eventos relacionados con la seguridad del paciente?

C. C.: Evaluar lo que se pueda evaluar con rigor. No precipitarse: si los sistemas de información no lo permiten, mejorémoslos antes de evaluar, so pena de aumentar más aún el descrédito. ¿Lo ideal?: evaluar estructura, proceso y resultado, evitando medir y actuar con eventos adversos que no son evitables o sólo lo son en algunos casos, con diseños adecuados (si no se conocen, aprenderlos), sin la compulsión inicial a evaluarlo todo. Cerciorarse de la adecuación de numeradores y denominadores, combinar métodos de medición y captura de eventos adversos, ser muy cautelosos con los de cribado, herramientas gatillo y eventos centinela. Y medir lo importante y grave, no lo que esté de moda o mejor responda a la consecución de incentivos, y sin maquillar datos. 

S. y S.:¿Qué otras consideraciones propones para un mejor uso de los contratos de gestión como instrumento de mejora de la seguridad del paciente?

C. C.: Dimensionar y engastar bien la seguridad en los contratos. Si cayeron en descrédito: ¡quietos! La seguridad ha de integrarse en un todo congruente. Es cultura (se despliega gota a gota). No olvidar que, además de empezar hay que mantener, que la mejor fuente de información está en el frente clínico (silencioso por imperativos que deben desaparecer). A la postre, por derecho, rendiremos cuentas a la sociedad. Tampoco obviemos los pilares de Freidson en la organización social del trabajo: mercado (muy revuelto), gestión y regulación (con periodos en barbecho) y profesionalismo (¿último asidero?).

S. y S.: Muchas gracias por tu amable colaboración.


+ info: Campillo-Artero C. La seguridad del paciente en los contratos de gestión. Rev Calid Asist. 2012 Jul-Aug;27(4):233-9.

Ver en este blog, del mismo autor: Gestión Clínica y Sanitaria ¿Estamos seguros de la seguridad del paciente?


Publicado por Sano y salvo


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Publicado por Sano y Salvo


Cambios en la Ley del Medicamento sobre farmacovigilancia proactiva, declaración por los pacientes de efectos adversos y otros temas

El Consejo de Ministros ha aprobado un Anteproyecto de Ley por la que se modifica la Ley 29/2006 de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios.

La nota de prensa del ministerio resalta que esta modificación legislativa supone el paso de una farmacovigilancia reactiva a una más proactiva, loable propósito que destacados expertos como Joan-Ramon Laporte vienen demandando desde hace años. Como comentábamos en este blog al hacernos eco de una conferencia del profesor Laporte, la farmacovigilancia reactiva, que detecta los problemas causados por los medicamentos una vez han sucedido, depende en gran medida de las notificaciones de reacciones adversas por parte de los profesionales de la salud, que notifican fundamentalmente sucesos raros y nuevos. Para una farmacovigilancia más proactiva, capaz de anticiparse a los problemas para poder prevenirlos, es preciso tomar otras medidas como la realización de estudios observacionales y meta-análisis orientados a conocer los efectos de los medicamentos utilizados de forma habitual en el tratamiento de las patologías más prevalentes. Este tipo de estudios ha permitido la emisión de alertas, cambio de indicaciones, ampliación de las precauciones de uso o incluso la retirada de medicamentos ampliamente utilizados como antinflamatorios, antidepresivos, neurolépticos, glitazonas o bifosfonatos, por citar algunos de los referenciados en la conferencia de Laporte publicada por Prescrire.

El Anteproyecto de Ley que reseñamos, aunque asume la necesidad de una farmacovigilancia más proactiva, en la práctica se limita a trasponer, dos años más tarde, la Directiva Europea 2010/84. Según la nota del ministerio, el nuevo modelo de farmacovigilancia "tiene, entre otros, los siguientes objetivos:

1. Incrementar la eficiencia del sistema de farmacovigilancia.

2. Mejorar la comunicación y la transparencia en las decisiones relacionadas con la seguridad de los medicamentos. En este sentido, habrá una lista de medicamentos de especial seguimiento.

3. Fomentar la participación ciudadana. Para ello, se implementará un formulario electrónico para la comunicación de reacciones adversas por parte de profesionales sanitarios y ciudadanos.

4. Reforzar las obligaciones de la industria farmacéutica."

Traspone también el anteproyecto la Directiva 2011/62, para la prevención de la entrada de medicamentos falsificados en la cadena de suministro legal.

La nueva norma trata así mismo sobre autorizaciones, inspecciones y sanciones, entre ellas, citando de nuevo la nota de prensa ministerial: "En cuanto a las variaciones de las autorizaciones de comercialización de medicamentos (dosis, vías de administración, etc.) se garantiza que todas, con independencia de si el procedimiento de autorización es nacional o europeo, van a estar sujetas a los mismos criterios de solicitud, evaluación y autorización."

Respecto a la notificación de sospechas de reacciones adversas a los medicamentos por parte de la industria, de los profesionales sanitarios y de los ciudadanos, recordemos que la Directiva 2010/84 aclara que "la definición del término «reacción adversa» debe modificarse para garantizar que no solo cubre efectos nocivos e involuntarios derivados del uso autorizado de un medicamento en dosis normales, sino también de errores de medicación y usos al margen de los términos de la autorización de comercialización, incluidos el uso equivocado y el abuso del medicamento. La sospecha de una reacción adversa a un medicamento es decir, que haya por lo menos una posibilidad razonable de relación causal entre un medicamento y una reacción adversa debe ser motivo suficiente para notificarla."


+ info:

Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. El Gobierno reforzará la Ley del Medicamento para ofrecer más garantías de seguridad y evitar la entrada de fármacos falsificados.  Nota de Prensa, 19 de octubre de 2012.

Anteproyecto de Ley , por el que se modifica la Ley 29/2006, de 26 de julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios

Ver en este blog:

Los ciudadanos andaluces ya pueden notificar reacciones adversas a medicamentos

Por una farmacovigilancia más ambiciosa


Publicado por Jesús Palacio


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Publicado por Sano y Salvo


La lenta agonía de la pioglitazona

Después de que en julio de 2011 a la vista de las evidencias que sugerían una asociación entre el tratamiento con pioglitazona y el riesgo de desarrollar cáncer de vejiga la AEMPS se pronunciase sobre esa cuestión, se han venido publicando varios estudios que vuelven a poner en el punto de mira a este antidiabético oral.

Recordemos que la AEMPS, en su nota, concluía que para determinados pacientes diabéticos el balance beneficio-riesgo-se mantenía favorable, pero establecía una serie de contraindicaciones y advertencias poco precisas, que no facilitaban demasiado la toma de decisiones en la práctica clínica. Posteriormente, la MHRA británica publicaba una guía con recomendaciones algo más prácticas pero, igualmente, dejaba muchos interrogantes acerca de las características de los pacientes en los que los pros de ser tratados con este medicamento superaban a los contras.

Sin embargo, este año hemos conocido los resultados de varios estudios en los que, de nuevo, vuelve a aparecer el cáncer de vejiga como posible reacción adversa de la pioglitazona. Todos ellos han sido resumidos en el e-butlletí groc, de modo que no nos extenderemos en su análisis.

El primero de ellos es un estudio observacional publicado en el BMJ en el que, a partir de una base de datos de atención primaria británica que contenía información de más de 115.000 pacientes diabéticos, se encuentra una relación entre los 376 casos de cáncer de vejiga diagnosticados en un año y el empleo de pioglitazona (RR= 1,83, IC95% 1,10 a 3,05). El efecto parece relacionado con la duración de tratamiento, siendo el riesgo mayor cuando se sobrepasan los 24 meses.

Una revisión sistemática y metanálisis de ensayos clínicos y estudios observacionales publicada poco después no aclara las dudas sobre esta relación puesto que encuentra resultados divergentes en función del tipo de estudios analizados. Destacar que el estudio observacional del BMJ descrito anteriormente no se incluyó en este análisis.

Por último, este mes de octubre hemos conocido los resultados de otro estudio observacional, realizado a partir de una base de datos de pacientes británica (más de 18.000 pacientes) en el que se encuentra que el tratamiento durante 5 años o más con glitazonas está asociado con una incidencia mayor de cáncer de vejiga que el tratamiento durante 5 años o más con sulfonilureas (HR= 2,53, IC95% 1,12 a 5,77). Los riesgos fueron similares para la pioglitazona y la rosiglitazona (p= 0,49), lo que sugiere un efecto de clase.

Este continuo goteo de estudios que siguen encontrando alguna relación entre la pioglitazona y el cáncer de vejiga, unido a las diferentes decisiones adoptadas por distintas agencias reguladoras de medicamentos, crean muchas dudas y cuestionan la permanencia de este medicamento en el mercado. No sabemos si la EMA volverá a revaluar el balance beneficio-riesgo de la pioglitazona, pero sería conveniente que lo hiciese y que primasen las precauciones relacionadas con la seguridad sobre los intereses comerciales. Poco pasaría si la pioglitazona se retirase. El arsenal de medicamentos para el tratamiento de la diabetes es lo suficientemente amplio como para que no se genere un vacío terapéutico. Y se pondría fin a la agonía de un fármaco perteneciente a un grupo terapéutico las glitazonas que ha aportado más problemas que soluciones.


Publicado por Cecilia Calvo Pita


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Publicado por Sano y Salvo


Sobre la cultura de seguridad en un servicio de salud


En el número de septiembre de la Revista de Calidad Asistencial se acaba de publicar una carta al director que recoge un estudio realizado en el año 2008 en el Servicio de Salud de Castilla La Mancha encaminado a conocer si la cultura de seguridad del paciente estaba presente entre sus trabajadores. Consistió en preguntar a sus profesionales —tanto de atención primaria como de atención especializada— sobre los conocimientos, actitudes y conductas relacionadas con la seguridad del paciente. Las preguntas estaban formuladas de acuerdo al conocimiento existente en ese momento sobre esta cuestión.

La mitad de los profesionales encuestados desconocían el valor de la frecuencia estimada de eventos adversos en los hospitales y un 90% la frecuencia en atención primaria. Sólo un 40% consideraban que los fallos de comunicación influían en la frecuencia de eventos adversos. Los profesionales hospitalarios fueron más conscientes de que una inadecuada coordinación entre niveles asistenciales (p < 0,006) y los fallos de comunicación en el equipo (p < 0,004) son causa probable de eventos adversos. Quienes habían realizado algún curso de formación sobre seguridad del paciente contestaron con mayor acierto a las preguntas sobre prevalencia de eventos adversos en los hospitales (p < 0,031) y a si los fallos de comunicación eran causa de éstos (p < 0,014).

Una amplia mayoría consideró que las sanciones no contribuirían a una mayor seguridad y que, en cambio, sería necesario mejorar la comunicación con el paciente para aumentar la seguridad. Según estos datos, 8 de cada 10 profesionales informarían al paciente de que ha sufrido un evento adverso. La mayoría contestaron que tenían el hábito de preguntar al paciente si tomaba algún otro medicamento, que ofrecían alternativas terapéuticas y que facilitaban a los pacientes que pudieran preguntarles sus dudas. Los profesionales de atención primaria consideraron más probable que los eventos adversos se debieran, parcialmente, a que el paciente no siguiera sus instrucciones (p < 0,012).

Tratándose de un trabajo realizado por profesionales pertenecientes, en parte, a los servicios centrales del servicio de salud, es necesario tener presente un posible sesgo de deseabilidad social cuando se pregunta a los profesionales asistenciales. Este sesgo podría afectar a los ítems relacionados con el desempeño (actitudes o comportamientos) pero no a los ítems relacionados con los conocimientos, previos a las actitudes, y también a los comportamientos, que son más difíciles de modificar.

Como conclusión creemos preciso destacar que todos los profesionales deberían conocer y poder analizar, en los distintos niveles asistenciales, lo que supone un evento adverso y sus potenciales causas. Esto es lo más importante para lograr su evitabilidad y por ello, tenemos que seguir insistiendo en la difusión de esta cultura, en la formación y en la información.

Indudablemente queda mucho camino por recorrer para que podamos hablar sin reparos de eventos adversos y de sus errores asociados, si existen, pero tampoco partimos de cero. Somos ya muchos, cada vez más, los que ya hablamos de ello.


Publicado por María Luisa Torijano


Problemas de salud con riesgo de sobrediagnóstico.


Hace unas semanas presentamos en Sano y salvo la publicación del artículo de Moynihan sobre prevención del sobrediagnóstico. En él se alertaba de la creciente frecuencia del diagnóstico de enfermedades cuya sintomatología o evolución no hubieran deparado problemas importantes para el paciente. Al contrario, el simple hecho de detectarlas puede generar una cascada de intervenciones, tanto diagnósticas como terapéuticas, que pueden producir más daño que beneficio, además de estigmatizar a la persona con la etiqueta de enfermo y provocar un gasto de recursos innecesario. Entre las acciones propuestas para hacer frente a este problema se planteaba la difusión de procesos o enfermedades concretas con riesgo de sobrediagnóstico. En esta ocasión nos hacemos eco de los problemas de salud, referidos en dicho artículo, en los que se ha evidenciado sobrediagnóstico.

Cáncer de mama.
Una revisión sistemática de 2009 concluyó que hasta un tercio de todos los cánceres detectados por pruebas de cribado podrían ser sobrediagnóstico. El problema es que a pesar de la evidencia de sobrediagnóstico, actualmente es imposible distinguir entre los cánceres que producirán daño y los que no lo harán.

Cáncer de tiroides.
El análisis del aumento de su incidencia muestra que muchos de los nuevos diagnósticos de cáncer de tiroides son las formas más pequeñas y menos agresivas que no requieren tratamiento, pero su detección conlleva el riesgo medicación a largo plazo.

Diabetes gestacional.
La reducción del umbral diagnóstico propuesta en 2010 supone que la frecuencia de embarazadas con diabetes gestacional aumente hasta casi el 18%. Los defensores de la nueva definición sostienen que reducirá los problemas de salud, incluido la macrosomía de los bebés. Los críticos temen que muchas mujeres puedan ser sobrediagnosticadas y sobremedicadas, y consideran que el beneficio es modesto en el mejor de lo casos y su evidencia débil.

Enfermedad renal crónica.
La definición que considera que una tasa de filtración glomerular estimada por debajo de 60 ml/min/1.73 m2 mantenida durante tres meses o más es anormal, genera sobrediagnóstico, especialmente en las personas ancianas. Este criterio ha sido comparado con un "barco de pesca de arrastre" al capturar a muchos más “inocentes” de lo que debiera. Hasta un tercio de los mayores de 65 años puede cumplir los nuevos criterios; sin embargo, de éstos, menos del 1 por 1.000 desarrollará enfermedad renal terminal, cada año.

Asma.
Algunos estudios sugieren que puede haber un sobrediagnóstico de casi un 30%, de los que el 66% estaría tratado innecesariamente. Igualmente el 30% de los pacientes tratados con corticoides inhalados no tenían una indicación clara.

Embolismo pulmonar.
Desde la introducción de la angiografía pulmonar por tomografía computerizada la incidencia de embolismo pulmonar casi se ha duplicado, comprobándose que muchos de los nuevos diagnósticos son casos "clínicamente sin importancia" que "no hubieran sido mortales, incluso si se hubieran dejado sin diagnosticar y sin tratar", lo que ha generado la incertidumbre sobre si el tratamiento es siempre necesario.

Trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
El sobrediagnóstico de este problema es especialmente preocupante porque afecta a niños que no pueden pronunciarse sobre lo apropiado de una etiqueta que puede cambiar permanentemente sus vidas. Se ha observado que los niños nacidos en diciembre tuvieron una probabilidad de diagnóstico un 30% mayor y una probabilidad de recibir medicación un 40% mayor que los nacidos en enero.

Otros procesos afectados también por el sobrediagnóstico son los siguientes:
Hipertensión arterial. Si la monitorización ambulatoria se toma como patrón de referencia, las decisiones de tratamiento basadas sólamente en determinaciones de presión arterial realizadas en la consulta o el domicilio del paciente podría dar lugar a un sobrediagnóstico importante.
Hipercolesterolemia. Hasta un 80% de las personas con cifras de colesterol cercanas a las normales y con tratamiento de por vida podrían ser sobrediagnóstico.
Osteoporosis. La ampliación de la definición puede suponer daño para muchas de las mujeres con bajo riesgo y que son tratadas.
Cáncer de próstata. El riesgo de que un cáncer detectado por la prueba del antígeno prostático específico sea sobrediagnóstico  puede ser  mayor del 60%.
Cáncer de pulmón. El 25% o más de los cánceres de pulmón detectados mediante pruebas de cribado pueden ser sobrediagnóstico.

Darse cuenta de que muchos de los procesos que se ven todos los días en las consultas pueden verse afectados por el problema del sobrediagnóstico es uno de los primeros pasos para realizar un abordaje más cauteloso y reflexivo de estas patologías, y prevenir potenciales daños de posibles intervenciones innecesarias.



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Publicado por Sano y Salvo


¿Debemos tratar con fármacos la hipertensión grado I en pacientes sin antecedentes de enfermedad cardiovascular? Pues no


Hasta 7 metanálisis previos han demostrado que tratar la hipertensión con fármacos disminuía la mortalidad y la ocurrencia de eventos cardiovasculares. En ellos se incluían pacientes en distintos estadíos de su hipertensión, con y sin eventos cardiovasculares previos. Este nuevo metanálisis plantea una nueva mirada, enfocada a los pacientes con hipertensión en estadío I (presión arterial sistólica 140-159 mm Hg o diastólica 90-99 mm Hg o ambos) y sin eventos cardiovasculares previos, que podrían ser la mayoría de los pacientes que tratamos habitualmente.

Al circunscribir el estudio a estos pacientes se analizaron 4 cuatro ensayos controlados aleatorios, que incluían 8.912 pacientes con hipertensión en fase 1 y tratados de cuatro a cinco años. Se ha encontrado que el tratamiento farmacológico no redujo la mortalidad total (RR 0,85, IC 0,63 a 1,15), la enfermedad cardíaca coronaria (RR 1,12, IC 0,8 a 1,57) o ictus (RR 0,51, IC 0,24 a 1,08).

Las implicaciones para la práctica que proponen los autores son las siguientes:

Dado que una gran proporción de las personas tratadas con fármacos antihipertensivos son individuos sin enfermedad cardiovascular previa (prevención primaria) y elevaciones leves de la presión arterial, los resultados de esta revisión tiene implicaciones importantes. La mayoría de los médicos han estado tratando a estos pacientes confiando equivocadamente en los resultados de ensayos clínicos hechos en poblaciones menos específicas. Con base en la mejor evidencia disponible en la actualidad, esta revisión no muestra ningún beneficio significativo del tratamiento farmacológico antihipertensivo en la reducción de la mortalidad, coronariopatías, ictus o eventos cardiovasculares en general. El tratamiento fue abandonado por un 9% de los pacientes debido a efectos adversos.

Es probable que, dada esta evidencia, muchos individuos sin enfermedad cardiovascular e hipertensión leve elegirían tratamientos no farmacológicos (dieta, ejercicio, manejo del estrés, etc) y no terapia farmacológica.

Todos los que tratamos pacientes soñamos con identificar aquellas poblaciones que realmente se benefician de una medida farmacológica, de manera que podamos dejar tranquilos a quienes no se van a beneficiar con ella pero si a sufrir sus efectos adversos. Ahora tenemos una buena ocasión para mejorar nuestra práctica y la calidad de vida de muchos de nuestros pacientes.

Diao D, Wright JM, Cundiff DK, Gueyffier F. Pharmacotherapy for mild hypertension. Cochrane Database of Systematic.Reviews 2012, Issue 8. Art. No.: CD006742. DOI: 10.1002/14651858.CD006742.pub2.


Publicado por Fernando Palacio


Seguridad clínica en atención primaria. Los errores médicos (2 de 2)

Francesc Borrell analiza un importante campo de mejora de la seguridad clínica en este segundo artículo sobre el tema en Atención Primaria: los errores médicos, especialmente en el proceso diagnóstico. Tras  revisar numerosos trabajos de investigación propone 3 estrategias de mejora para garantizar un proceso con menor probabilidad de error diagnóstico:

Adapta una clasificación de los errores médicos de la OMS siguiendo 3 criterios:

- Por el momento de aparición en el acto clínico (entrevista, proceso diagnóstico, tratamiento, seguimiento)
- Por su naturaleza factual (del sistema, de comisión, de comunicación....)
- Por su  naturaleza causal (conocimientos o reglas de decisión incorrectas, falta de reflexión, fallo cognitivo o emocional).

Analiza la notable variabilidad en la precisión diagnóstica de los médicos condicionada por el propio profesional, el paciente y la enfermedad o problema del que se trate. Existen enfermedades difíciles de identificar al inicio de los síntomas y poco prevalentes, lo que hace difícil su consideración en el diagnóstico diferencial inicial (aneurisma de aorta, hemorragia subaracnoidea, trastorno bipolar...). Por otra parte, las características de los pacientes en cuanto a sus habilidades de comunicación, como su idiosincrasia personal, su comportamiento en consulta desvelando sus expectativas o solicitando una determinada prueba diagnóstica, hace que los profesionales médicos respondan de forma diferente. Los errores más frecuentes se atribuyen a la parte resolutiva de la entrevista (no solicitar la prueba idónea, no proceder a un seguimiento adecuado o no interpretar los datos de una prueba de manera correcta), seguidos de errores diagnósticos (sobrevalorar o no tener en cuenta una opción diagnóstica), anamnesis, exploración físca y derivaciónes. Estos trabajos ponen de manifiesto que el médico como máquina de decisión tiene límites cognitivos y que estos límites se acrecientan cuando se está cansado o con estrés, que a veces se ve condicionado por los diagnósticos de moda o bien sigue los hábitos diagnósticos grupales sin generar un estilo propio en función de su proceso de razonar.

El autor hace propuestas de mejora como las que se mencionan a continuación:

Construir un supervisor interno de tareas que revise todas las etapas de la entrevista desde inicio, fase exploratoria, decisión clínica y fase resolutiva, y que justo antes del cierre evalúe si hemos realizado o no una serie de tareas críticas que garanticen una atención segura.

Definir marcadores de peligro sobre síntomas o signos (situaciones clínicas de luz roja).

Hacer conscientes a los médicos de las trampas cognitivas con las que precipitamos la resolución de un caso, sobretodo cuando estamos cansados o bien con mucha presión asistencial (metacognición).

Mantener un hábito de estudio orientado a detectar criterios de conducta y procedimientos considerados como obligados. Cultivar los hábitos de relación, anamesis y exploración clínica. Las estrategias individuales deben completarse con las de tipo grupal tales como compartir casos clínicos y recibir feedback de los colegas. Este feedback de colegas se puede realizar por medio de estrategias basadas en el coaching o mentoring, tener referentes de áreas de conocimiento concretas en el equipo, videograbaciones en consulta y análisis de éstas para mejorar, o bien haciendo un portfolio propio.

Estas o parecidas estrategias de mejora son capaces de detectar “gestos de calidad “, es decir, conductas cuya presencia indica un profesional reflexivo y con capacidad de rectificación.

El artículo aporta además un bibliografía sobre razonamiento clínico muy completa e interesante para la mejora del proceso de razonar en consulta y, por ende, de la seguridad del paciente en el entorno de la atención primaria.


Borrell Carrió F. Seguridad clínica en atención primaria. Los errores médicos (II). Aten
Primaria. 2012 Aug;44(8):494-502.


Ver en este blog Seguridad clínica: metodología de trabajo y estrategias de cambio en atención primaria (1 de 2)


Publicado por Pilar Astier